Francisco I, monarca renacentista

 

La primera mitad del siglo XVI en Francia está marcada por la personalidad de Francisco I, soberano de una exquisita sensibilidad que contribuyó de modo decisivo a difundir las ideas artísticas del Renacimiento italiano en Europa.

Desde el inicio de su reinado libró una ardua lucha por mantener cierto equilibrio geoestratégico en Europa amenazado por Carlos V. Su contacto con Italia, donde reivindicaba el Milanesado, le reveló la naturaleza del movimiento renacentista y apoyó decididamente la difusión de las ideas hunmanistas, en particular las surgidas del cenáculo de Meaux.

Rodeado de consejeros sensibles a las nuevas tendencias filosóficas y artísticas, instituyó la figura del lector real, impulsó la enseñanza de hebreo y lenguas clásicas y, a instancias del humanista Guillaume Budé fundó el Collége des Trois Langues germen del Colegio de Francia. Trasladó su corte a Blois y a Fontainebleau, donde hizo levantar su célebre castillo, inaugurando la costumbre de celebrar fastuosas y refinadas fiestas cortesanas y haciendo de su corte un importante centro difusor del humanismo en Francia.

Asimismo, al mismo tiempo que acentuaba su absolutismo, Francisco I se erigió en gran protector de artistas como el músico Clément Janequin, al que nombró su maestro de capilla, al escritor François Rabelais, autor de la célebre novela Gargantúa y Pantagruel, y a los pintores y escultores Primaticcio, designado pintor de la corte, Benvenutto Cellini, autor de un soberbio salero para el rey, y Leonardo da Vinci, a quien protegió durante los últimos años de su vida.


Francisco I