Hacia el final de su vida

Aparte de pequeños viajes, por ejemplo a Augsburgo y a Bamberg, o a Suiza, en compañía de Willibald Pirckheimer y del patricio nuremburgués Martin Tucher, Durero emprendió solamente tres viajes de importancia para su desarrollo artístico: dos visitas a Italia y un viaje a los Países Bajos. En junio de 1520 estuvo con su esposa, Agnes, en los Países Bajos. El motivo real del viaje era hacer ratificar en Amberes, por Carlos V, la pensión que le concediera en su día el emperador Maximiliano. Su diario de viaje da cuenta de los altos en el camino, encuentros e impresiones; se han conservado, además del texto, varios dibujos de paisajes, retratos, etc. Este viaje llegó a ser el mayor acontecimiento artístico de sus últimos años para el artista maduro y ya célebre. Conoció a los pintores neerlandeses más famosos que vivían entonces, visitó ciudades conocidas por su riqueza y prosperidad: Amberes, Malinas, Bruselas, Brujas y Gante. Le conmovieron de igual modo las obras de los maestros del siglo XV, como Van Eyck, Rogier van der Weyden y Hugo van der Goes, que las de Lucas de Leiden, Jan Provost, Joachim Patinier y Quentin Massys, dejando huella en su obra tardía la sorprendente técnica pictórica, el estilo de la composición y el colorido de los pintores de los Países Bajos. Pintó Durero un San Jerónimo para el comerciante portugués Rodrigo Fernández d'Almeida, a quien ya había retratado en un dibujo a la tinta en 1521. Esta magnífica pintura religiosa es la primera obra, desde 1520 o 1521, en la que se combinan las influencias del arte neerlandés con las propias experiencias y hallazgos. Durero había hecho varios estudios para preparar esta composición. Los dos dibujos de un anciano de noventa y tres años son de lo mejor de la época madura del artista (Viena, Albertina; Berlín, Stiftung Preussischer Kulturbesitz Staatliche Museen) y ambos fueron realizados como proyecto del San Jerónimo. En ellos, con el mayor realismo y profunda penetración psicológica, creó Durero una prodigiosa riqueza de formas; los rizos de la barba y el modelado de los surcos del rostro llegan a evocar, bajo la superficie visible, la verdadera grandeza y serenidad de este anciano. El colorido del cuadro es suntuoso y está maravillosamente matizado.
A finales de su vida, Durero se dedicó intensamente a la publicación de sus obras teóricas: en 1525 apareció la obra Instrucción para la medición, dos años después la Teoría de la fijación y en 1528 los cuatro libros de su Teoría de las proporciones. Estos trabajos, portadores de nuevos impulsos, influyeron mucho en sus coetáneos. En la Instrucción para la medición, obra a la que dedicó 16 años de su vida, Durero pretendió realizar un tratado para los artistas de su tiempo, recopilando en ella los conceptos básicos de las matemáticas, así como explicaciones detalladas de geometría aplicada y de estereométria. La Teoría de la fijación es la primera explicación teórica impresa sobre este tema y tuvo su origen en sugerencias múltiples. Como ya se ha dicho antes, Durero se ocupó desde aproximadamente el año 1500 de la construcción y proporciones de la figura, planteándose el problema de la belleza del cuerpo humano expresada en dimensiones mensurables. En principio había planeado una teoría de la pintura, en la cual su trabajo sobre las proporciones no iba a ser más que un capítulo.

 

Melancolía, de Alberto Durero
Melancolía, de Alberto Durero (Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg). Es uno de los grabados más famosos de Durero; en él se ha querido ver no sólo un autorretrato íntimo del propio artista, sino la esencia misma del humanismo universal. La desesperanza de esta figura alada ilustra a la vez los peligros y las satisfacciones de la investigación intelectual y la vida contemplativa, siendo asimismo una imagen prototípica del espíritu creador, del hombre a solas consigo mismo, simbolizando la antítesis de la apreciación que tenía Durero por otro personaje pensativo como San Jerónimo.

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