La austeridad cisterciense


La reforma de Cluny había obedecido tan sólo al deseo de conseguir mayor disciplina, estableciendo una jerarquía entre los cenobios antes independientes; pero este régimen centralizador hizo que la Orden se enriqueciera, lo que produjo otra clase de pecado: el orgullo, y otra inmoralidad: el abuso del poder. Fue una segunda recaída que obligó a una nueva reforma. Esta se realizó en el monasterio de Citeaux (Cister), también en Borgoña, por iniciativa de San Bernardo, el hermano espiritual de Pedro el Ermitaño, predicador de la Primera Cruzada. El Cister no era, como Cluny un lugar absolutamente nuevo para la vida religiosa: ya a principios del siglo XI tres monjes de Solesmes, que en vano se habían esforzado por reformar su abadía, se marcharon a Lyon, y allí, con cuatro compañeros que se les agregaron, pidieron al obispo que les concediera un lugar apartado donde pudieran practicar la regla de San Benito en todo su rigor. Concedido el permiso y asociados pronto a nuevos monjes, en número de veintiuno, se establecieron en el desierto de Cister, en la diócesis de Châlons. Los religiosos cistercienses habían de vivir exclusivamente del trabajo de sus manos, y para no llegar a reunir la abundancia de riquezas de los conventos cluniacenses, rehusaban en toda ocasión cuantas donaciones se les ofrecían.
Pero el Cister no debía conseguir su completo desarrollo hasta que San Bernardo y sus compañeros vinieron a acogerse a su soledad en 1112; a partir de este momento, una nueva milicia espiritual se presenta para relevar a la que había producido Cluny un siglo antes. Del lugar del Cister, adonde los primeros monjes de Solesmes fueron a construir sus pobres cabañas, en las que vivían míseramente del cultivo de la tierra, tenían que salir, en poco tiempo, más de sesenta mil monjes que se diseminarían y fundarían nuevos cenobios por Italia, España y la Europa central.
Cuando murió San Bernardo, en 1153, la Orden del Cister ya poseía 343 monasterios, y hacia 1200 llegaron a la cifra de 694. El espíritu de la nueva Orden puede estimarse como una protesta contra las
riquezas de los monjes benedictinos de Cluny, exteriorizadas con el lujo de sus edificios. En los escritos de San Bernardo ya observamos las diferencias entre las abadías cistercienses y las cluniacenses: deben hallarse edificadas con arreglo a un estilo severo, sin adornos escultóricos, y sólo con las molduras indispensables para separar las partes del edificio.
Sin embargo, en la disposición general los monasterios cistercienses no se apartan mucho de los de Cluny, porque continúan repitiendo la distribución de servicios que ya vimos en el plano de Saint-Gall. La gran abadía de Clairvaux, o Claraval, fundada por el propio San Bernardo en 1115, a unos 70 km al norte de Dijon, resultaba ya insuficiente en 1133, fecha en que se inició una nueva construcción inmensa. En ella se mantenía la disposición general de los anteriores monasterios benedictinos, con su claustro central, la iglesia a un lado, la sala capitular en el otro, en el tercero el refectorio y en el cuarto las dependencias agrícolas.
Además, fuera de este conjunto monumental, se hallaban aún otros dos claustros, hornos, molinos de grano y aceite, hospedería y casa del abad, edificios destinados a oratorios y habitaciones para los obreros y campesinos dependientes del cenobio. Todos los monasterios cistercienses tenían la planta análoga y dimensiones parecidas, debido a idénticas necesidades religiosas y agrícolas. Pronto el Cister tuvo bajo su dependencia centenares de casas de religiosos de ambos sexos, y así el nuevo espíritu benedictino, restaurado por San Bernardo, se extendió por Europa, propagando un estilo de arquitectura (casi de ingeniería) uniforme.
He aquí, pues, cómo las extravagancias estéticas de Cluny primero y la reacción del Cister después, también excesiva, contribuyeron a difundir por todo el Occidente los principios constructivos de la escuela de Borgoña, de un estilo que preparaba el advenimiento de los métodos de la arquitectura gótica, que debía venir más tarde. Como ambas órdenes, tanto la de Cluny como la del Cister, se habían originado en Borgoña y ambas coincidían en aprovecharse de los mismos adelantos constructivos, la escuela de arquitectura románica borgoñona, que fue una de las más avanzadas de todas las regiones francesas.


Sala capitular
Sala capitular (Monasterio de Santa María de Poblet, Tarragona). La estancia, de cuadratura perfecta, escasa altura y ornado con esbeltas columnas que sustentan la bóveda, tiene adheridos a las paredes bancos corridos para los monjes y, enterrados en su suelo, los sepulcros de los abades del monasterio entre los años 1393 y 1693.

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