El romanticismo visionario de Fuseli y Blake

 

La experiencia artística surgida de la interacción entre el consciente y el inconsciente más allá del análisis racional se refleja en el arte del siglo XIX de una forma continuada caracterizando la idiosincrasia del espíritu romántico europeo. Esta actitud ante la vida y el arte adopta en cada país y en cada uno de sus artistas tintes especiales. Si bien el romanticismo mediterráneo puede considerarse más racional y comedido, a pesar aun de la teatralidad de algunas obras, el romanticismo de los países del norte de Europa adopta un tono más arrebatado, a veces incluso excéntrico, que se aleja de la serenidad en pos de recónditos espacios de reflexión. Para comprender la personalidad romántica de algunos autores decimonónicos y la esencia del simbolismo de finales de siglo hay que destacar a dos autores ingleses cuya cronología artística inicia el mismo siglo XIX y cuya influencia será constante a lo largo de este período: Heinrich Füssli o Fuseli y William Blake.
Hijo de un pintor y estudioso de la historia del arte, Heinrich Fuseli (1741-1825) inició, inducido por su familia, la carrera eclesiástica, la cual abandonó obligado por un escándalo acontecido a raíz de una denuncia contra un magistrado corrupto. Tras abandonar su carrera, en 1763 se trasladó a Berlín, donde estudió artes y más tarde se estableció en Inglaterra como traductor de textos franceses y alemanes. Este artista de origen suizo conoció la obra de Mengs y Winckelmann a través de su padre, y él mismo tradujo algunos de los textos participando en la difusión de estos autores y su entusiasmo por la antigüedad clásica. A pesar de sus conocimientos del mundo antiguo como dibujante y pintor, Fuseli demostró preferencia por los temas literarios.
El pintor Joshua Reynolds le animó a seguir la carrera artística y a visitar Italia. Roma sedujo a Fuseli no por su riqueza artística más clásica, sino a través del manierismo de las obras de Miguel Ángel, Parmigiano o Pontormo. A su regreso a Inglaterra realizó una serie de obras que sorprenden por su capacidad imaginativa y alejamiento de las técnicas y expresiones clásicas; entre ellas destaca La pesadilla (1781) por la exageración romántica sobre el terror. Más adelante trabajó para la Shakespeare Gallery de Boydell y fue nombrado miembro de la Royal Academy. Su mundo, poblado de fantasías inquietantes, pierde toda conexión con el equilibrio y la serenidad preconizado por Winckelmann como modelo estético y encuentra en Milton o Shakespeare las fuentes de inspiración.
Las pinturas de Fuseli condensan toda la potencia de la irracionalidad que caracteriza a los protagonistas de los dramas y grandes tragedias literarias. Sus personajes poseen la terribilita de las figuras de su admirado Miguel Ángel y obedecen al drama de su destino como los héroes de las antiguas tragedias o los protagonistas miltonianos del Paraíso perdido.
De la imaginación peregrina de Fuseli surgen escenas de gran carga emotiva, pobladas de seres irreales que emergen de las brumas, de la oscuridad, a través de un dibujo fluido y vigoroso resaltado por tonos parduscos y también por efectos teatrales de luces y sombras.
De la misma forma que Fuseli se inició en el mundo del arte conducido por el entusiasmo hacia el mundo clásico, también el pintor, poeta y grabador inglés William Blake (1757-1827) empezó su formación artística copiando modelos de la antigüedad en una academia cuando era aún niño. Más tarde trabajó en el taller de James Basire, con quien se familiarizó con el espíritu medieval y le enseñó la técnica del grabado. El trabajo de grabador fue el medio que le permitió ganarse la vida, no sin grandes dificultades, realizando encargos para editores.
Blake se inspiró en los textos mitológicos y de religiones ocultas, en la Biblia y los poemas de Dante, para producir una extensa obra basada en la primacía de la emoción sobre la razón, la fantasía sobre la realidad. Una singular fuerza mística y espiritual se desprende de los numerosos dibujos realizados para ilustrar sus poemas, ediciones publicadas por el mismo autor con grabados coloreados a mano. Con este sistema imprimió Cantos de inocencia (1789), Cantos de experiencia (1794) y diversos Libros pro/éticos (1783-1804). Las acuarelas incluidas en el Libro de Job o los poemas de Dante, muestran su progresivo alejamiento del neoclasicismo a medida que la poesía o la filosofía adquieren mayor carácter visionario.
Influido por las realizaciones medievales y manieristas, utilizó un sistema de composición espacial propio recreando el color, la luz y la sombra de manera subjetiva con objeto de transmitir el mensaje a partir del poder de la imaginación. De ahí su fácil adscripción a las primeras corrientes románticas y su alejamiento del clasicismo. Formulaciones que anticipan el simbolismo de finales de siglo y la tendencia del Art Nouveau.
En sus obras Blake se rebela ante la razón y los valores materialistas del siglo XVIII: la mitología personal sustituye a la naturaleza exterior. Fantasía que le singulariza de entre los representantes más radicales del romanticismo.

 

Elohim creando a Adán de William Blake

Elohim creando a Adán de William Blake (Tate Gallery, Londres). En esta obra, el artista reflejó una de las constantes que se manifestarían durante toda su vida: la lucha contra el materialismo. Sobre un fondo que parece corresponder a una puesta de sol y cuyos rayos rojos se dibujan en un firmamento de color azul oscuro, la figura del Dios creador, Elohim según los primeros capítulos de la Biblia, pasa a gran velocidad sobre el barro del que acaba de surgir su criatura, después de pronunciar las palabras de la creación.