Las representaciones tan acentuadas de la veneración a la figura femenina, mas allá de la religiosidad relacionada con la Gran Diosa Madre Tierra, tiene que ver con la fecundidad femenina y su consideración de que todos los fenómenos naturales se rigen por el principio femenino. Se está pues ante un matriarcado de divinidades femeninas que precede a los cultos politeístas de tendencia más patriarcal.
Las denominadas Venus de Valdivia fueron encontradas en tumbas y lugares de ritos en medio de campos donde eran enterradas con el fin de fecundar la tierra y propiciarle la fertilidad que diera origen a las cosechas. Estas piezas no encuentran paralelo entre las representaciones antropomorfas del estadio preparatorio de las grandes culturas precolombinas como la Maya, Azteca o Inca.
Las figurillas más antiguas eran de piedra y posteriormente se decantaron por el barro, material que permitía un mejor modelado en particular para resaltar la zona del vientre la cual procedían a abultar como símbolo de fertilidad y embarazo.
Las características más resaltables de éste tipo de pieza son los contornos redondeados, las pobladas cabelleras -algunas rematadas en pintorescos peinados- y los ojos en forma de granos de café. En paralelo con la fecundidad, también es frecuente su relación con la salud y la ofrenda como tributo a la madre tierra, frente a un miembro de la comunidad enfermo.
