El terreno que debía albergar la casa de campo de doña María Sagués, viuda de Jaume Figueras y ferviente entusiasta de Gaudí, acogió en el siglo XV la residencia de verano de Martí I l’Humá -el último rey catalano-aragonés de la casa de Barcelona-.
De hecho, el nombre de la finca: Bellesguard (que significa «bella vista») proviene de esa época y hace referencia a su ubicación, con una espléndida panorámica de la ciudad.
Cuando Gaudí aceptó las obras de esta casa, cuyo diseño puede considerarse un tributo al pasado medieval catalán, apenas quedaban vestigios de la mansión medieval de un rey.
Las escasas ruinas que se conservaban fueron respetadas por Gaudí, que optó por una versión muy personal tanto al dibujar los volúmenes de la fachada como al proyectar unos interiores de gran expresividad arquitectónica.
El exterior del edificio, revestido con piedra pitarrosa, recuerda las construcciones medievales y se adapta de forma perfecta al entorno. Las ventanas de los muros de la fachada son arcos lobulados con reminiscencias góticas, y la torre situada en un extremo de la vivienda posee uno de los sellos más característicos del arquitecto: la cruz de cuatro brazos.
Se trata de una residencia de planta sencilla, prácticamente cuadrada, cuyas cuatro diagonales principales se orientan hacia los puntos cardinales. La casa dispone de semisótano, planta baja, piso y desván. Bóvedas tabicadas de perfil bajo soportadas por pilares cilíndricos definen la estructura del semisótano.
En el piso superior; las bóvedas de ladrillo se tornan un ornamento decorativo más. En este espacio lo más llamativo es la luminosidad, conseguida en parte gracias a los amplios vanos empleados.
En las plantas superiores Gaudí logró unas estancias diáfanas al emplear numerosas aberturas y revestir las paredes con yeso. Por su parte, el techo del desván se sustenta mediante pilares de formas diferentes con capiteles fungiformes de ladrillo voladizo. Estos sostienen un tablero tabicado plano, del que arrancan falsos arcos, creado con gruesos alternados de ladrillos y rasillas.
En 1909, cuando se cumplían 500 años de la fecha en que el rey Martí I contrajo matrimonio en este lugar con Margarida de Prades, Gaudí abandonó el proyecto y las obras de finalización fueron encargadas al arquitecto Domènec Sugrañes.

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