La Casa Batlló está ubicada entre la Casa Amatllen del arquitecto modernista Puig i Cadafalch, y un inmueble convencional del Eixample, proyectado por Emili Sala.
La edificación existía desde 1877 y su propietario, el fabricante textil Josep Batlló i Casanovas, encargó a Antoni Gaudí la remodelación de la fachada y la redistribución de los patios de luz.
Cuando Pere Milá, amigo del industrial, supo del propósito de Batlló de modernizar la imagen de su vivienda, no dudó en presentarle a Gaudí, del que era un ferviente admirador.
A pesar de partir de una edificación existente, el arquitecto supo imprimir un aire muy personal al proyecto, y la casa se convirtió en uno de los trabajos más emblemáticos de su dilatada carrera.
La sensibilidad compositiva se aprecia ya desde el exterior, que se cubrió con piedra de Mares y cristal en las primeras plantas, y con discos cerámicos en las superiores. Durante la obra, el propio arquitecto decidía, desde la calle, la posición óptima de estas piezas para que resaltaran y brillaran con fuerza, y los operarios iban colocándolas paulatinamente.
Esta manera de trabajar; mejorando y perfeccionando una idea inicial durante el proceso de construcción, es recurrente en todas sus obras y refleja la gran dedicación de Gaudí en sus proyectos, que casi nunca daba por terminados.
Este método le supuso algunos problemas burocráticos, ya que las autoridades necesitaban, y necesitan, aprobar proyectos concluidos. Para evitar estos conflictos, Gaudí acostumbraba a esbozar los planos de sus trabajos, permitiendo así la evolución de estos durante el curso de las obras.
El cerramiento de la buhardilla culmina el desarrollo poético llevado a cabo en toda la fachada: unas piezas cerámicas de color rosa azulado en forma de escamas y un remate a base de piezas esféricas y cilíndricas evoca el lomo de un dragón.
Un torreón coronado por una pequeña cruz abombada remata una edificación que a pesar de presentar geometrías y colores sorprendentes e innovadores tuvo en cuenta su situación y se acopló a la altura de los edificios vecinos. En el tejado, las chimeneas y los depósitos de agua se recubrieron con trozos de cristal y cerámica de colores, fijados sobre una base de mortero.
En el vestíbulo de entrada empieza una escalinata de madera de roble que lleva al piso principal, desde el que arranca la escalera hacia los pisos superiores, en los que se ubicaban viviendas de alquiler que Gaudí apenas transformó.

Volver a Antoni Gaudí