La Colonia Güell es una de las obras más originales e interesantes de Gaudí, pese a tratarse de un proyecto inacabado. El arquitecto, que tenía plena libertad para ejecutar este trabajo, dedicó casi diez años a su estudio, aunque sólo llegó a construirse la cripta de la iglesia. Las obras se iniciaron en 1908, pero al fallecer el conde Güell en 1917 el proyecto quedó inconcluso.
Se trataba de una colonia formada por un pequeño asentamiento de obreros situada a unos 20 kilómetros de Barcelona, en Santa Coloma de Cervelló (Baix Llobregat), junto a la fábrica textil de Eusebi Güell. Güell había previsto construir todo tipo de servicios para sus obreros, y entre estos no podía faltar una iglesia.
Un inspirado Gaudí diseñó un complejo recinto, con constantes referencias a la naturaleza. De hecho, la iglesia, que debía situarse sobre una pequeña colina, se hubiera confundido con el entorno natural.
Este objetivo se habría conseguido con el empleo de formas orgánicas y una estudiada policromía, en la que los tonos oscuros de los ladrillos de la cripta debían mimetizar-se con los troncos de los árboles, y los muros de la iglesia se hubieran alzado primero en una tonalidad verdosa -que se habría confundido con los árboles- para pasar a ser azules o blancos, camuflándose con el cielo y las nubes.
Para Gaudí esta singular opción cromática no sólo representaba la naturaleza, sino que simbolizaba el camino de la vida cristiana. El diseño aprovechaba el marcado desnivel del terreno para incluir una cripta con un pórtico y una capilla. Sin embargo, aunque se conservan bocetos, croquis y la maqueta de la obra completa, sólo se edificó la cripta, que puede considerarse un pequeño fragmento de una obra majestuosa.
Podría definirse como un complejo y perfecto esqueleto de ladrillo, piedra y bloques de basalto. La planta de la cripta tiene forma de estrella, que se consiguió gracias a la inclinación de los muros exteriores.
Al estar cubierta por una bóveda tabicada de rasilla encima de nervaduras de ladrillo, recuerda, desde el exterior, al caparazón de una tortuga, aunque desde dentro se asemeja más al esqueleto de una serpiente. Cuatro columnas de basalto inclinadas situadas en la entrada invitan a acceder a este espacio, que dispone de tres altares, todos ellos diseñados por Jujol.

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