En el convento de Tepoztlán (1560-1570), parece haber intervenido el más famoso arquitecto español de la época que jamás haya pasado por América: Francisco Becerra, que, después de trabajar en la catedral de Puebla, intervino también en las trazas de la de Lima y la de Cuzco. Finalmente, entre los mejores conventos agustinos hay que mencionar Acolman, Yuriria y Actopan.
El primero lleva fecha de 1560 y ostenta en su fachada un portal plateresco de gran calidad artística. Actopan, en cambio, constituye el mejor conjunto de pintura mural del siglo.
En el siguiente, la arquitectura se presenta bajo otras condiciones. Para empezar, es evidente que el volumen total de la construcción disminuye con respecto a la primera etapa de la colonización.
Si el siglo XVI corresponde en América Central a la fundación de ciudades y al proceso de instalación de las órdenes, no hay duda de que el siglo XVII ve sobre todo la terminación de las primeras grandes catedrales y el inicio de las obras de ciertos voluminosos conventos urbanos, cuya novedad consiste en no ser sólo masculinos como hasta entonces, sino también, en gran número, conventos femeninos especialmente de clausura.
La actitud mental que preside toda esta arquitectura es distinta si se compara a la precedente. En el primer caso se estaba ante una arquitectura de circunstancias; en las nuevas sedes episcopales y conventuales se descubrirá una voluntad de arte “culto” con influencia posherreriana en la disposición general de las masas -que revelan cierta sobriedad- y, en contrapunto, un tratamiento barroco del detalle principalmente en lo concerniente a los retablos, un tanto solemnes y recargados en esa fase del siglo XVII.
México cuenta con unas quince mil iglesias y treinta y tres catedrales. De estas últimas, sólo se tratará de unas pocas. Las principales entre las fundadas en el siglo XVI son las de Mérida, México, Puebla y Guadalajara: en las tres últimas se siguió trabajando durante todo el siglo XVII y hasta finales del XVIII. Poseen una característica que es general a todas las hispanoamericanas: la amplitud de los terrenos en que se elevan.
Esto permite desarrollos muy impresionantes, tanto en el número de naves como en el de capillas y cúpulas.
La actual catedral de México es un edificio nuevo que reemplaza -casi en el mismo sitio- a otro más antiguo. La actual fue comenzada en 1563 (el mismo año que El Escorial) y sus dos consagraciones tuvieron lugar, respectivamente, en 1656 y 1667. La fachada fue terminada unos diez años más tarde; son en cambio del siglo XVIII la parte superior, las torres y la totalidad de la cúpula. La catedral de Puebla es su gemela, aunque un poco más reducida. Sin embargo, resulta más unitaria que su hermana mayor y posee unas torres esbeltas que revelan aún más su deliberada verticalidad.
