En ruinas o en estado de relativa conservación pueden verse aún hoy en Antigua los conventos de las órdenes conocidas. El más importante es el de La Merced, organización de origen puramente español y que, junto con la Compañía de Jesús fundada por un español pero rápidamente internacionalizada, completan el panorama de la religiosidad más activa en todo el ámbito de la América hispana.
En el convento de La Merced, en Antigua, se juega con el elemental pero bellísimo contraste que ofrece el muro de ladrillo revocado de un color claro y la decoración en relieve de cal blanca.
Todos los elementos de la arquitectura culta están presentes allí, sólo que tratados en “popular”: superposición de órdenes, columnas rechonchas y desproporcionadas, fustes salomónicos cubiertos de racimos, entablamentos, conchas, jarrones.
Durante los siglos XVI y XVII, las formas arquitectónicas, aunque muchas veces racionales y bellas en sí mismas, no dejan de resultar un tanto chatas y pesadas
Había motivos para ello: la Ciudad de México está construida sobre una laguna y teme aún hoy las grandes alturas; Antigua, en cambio, fue la víctima de una tierra que tiembla demasiado a menudo.
En las siguientes centurias, empero, junto con el dinamismo general de las formas, vendrá un afán de verticalismo que producirá en México iglesias como la pequeña de Ocotlán en Tlaxcala o la emblemática de Santa Prisca, enTaxco. La otra adquisición de la época son por un lado las cúpulas que proliferan cubiertas de azulejos multicolores, y, por otro, los retablos también “en altura” dorados y policromados con verdadero énfasis.

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