
Este mismo tipo de decoración recibió también hacia esa época la iglesia del viejo convento (1590) de San Benito, en Río de Janeiro. Esta ciudad, que después de Bahía fue capital durante varios siglos, posee aún soberbias iglesias del siglo XVIII: la Candelaria, la iglesia del Carmen.
En Recife, una gran iglesia característica es San Antonio. La más lujosa del siglo XVIII es otra, la de San Pedro de los Clérigos: toda en curvas y con ese carácter profano, típico de la arquitectura barroca lusobrasileña; en su interior se llega en cambio a una especie de rococó afrancesado.
Con el descubrimiento tardío de las minas de oro y de diamantes en la región central del interior de las tierras -en portugués Minas Gerais-, la arquitectura brasileña del siglo XVIII iba a tomar nuevo impulso. La ciudad principal de la región es también otra vez una ciudad minera: Ouro Preto.
Si bien en un principio la arquitectura de Ouro Preto conserva ciertos principios de rigidez que pueden verse aún en el Palacio de Gobierno, de José Pinto Alpoim y Manuel Francisco Lisboa (arquitecto portugués y padre del futuro Aleijadinho), en la Santa Casa de Misericordia y en el Carmen, obra de Lisboa padre, las formas se dinamizan y se enriquecen -como en la Galicia española o el norte de Portugal- con soluciones curvas.
Esto produce iglesias de plantas complejas en elipses combinadas y con dos corredores (que también existían en el Nordeste tardío), que llevan de la calle hasta la sacristía sin pasar por la nave única. Aquí se hace notable también el carácter «civil» de toda esta arquitectura: los edificios de culto se presentan como grandes casas ornadas de escudos, de balcones.
El mayor esplendor se debe, sin embargo, a la actividad de Antonio Francisco Lisboa (1730-1814), más conocido por el Aleijadinho, mulato hijo de Manuel Francisco y de una negra.
El Aleijadinho es, sin duda, el escultor y arquitecto más genial nacido en esa parte de América en todo el transcurso del siglo XVIII. En esta región de Minas Gerais -Sabara, San Juan del Rey- parece ser el autor de graciosas y equilibradas iglesias.
En Congonhas do Campo se encuentra como escultor de los «pasos» de un Calvario, pero, sobre todo, de esos doce famosos profetas que constituyen hoy lo más conocido de su arte. Su obra maestra es San Francisco de Ouro Preto, en que todo da la impresión de ser de él, desde la planta resuelta en curvas hasta el medallón finísimo en piedra gris (pedra savao) del centro de la fachada. Otro artista importante es Manuel Francisco de Araujo, arquitecto del Rosario de Ouro Preto y de San Pedro en la vecina ciudad de Mariana.
Catedral de San Pedro de los Clérigos, en Recife (Brasil). Fachada de estilo típicamente colonial, que presenta los dos campanarios y una entrada principal en el centro con ornamentos barrocos. Una característica de esta iglesia es el patio dispuesto en forma de cuadrilátero con el atrio escalonado y dos calles laterales que se van estrechando a medida que se alejan del patio. Llamada también plaza del libramiento y del tercio, esto indica la función comercial que antiguamente se le daba a este espacio al acabar la trilla.
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