El Centro Pompidou, una de las obras arquitectónicas más admiradas y controvertidas del siglo pasado, nace de un concurso, convocado a finales de los años sesenta por la administración parisina fruto de las ambiciones del entonces presidente francés Georges Pompidou, y de las intuiciones de los arquitectos Renzo Piano y Richard Rogers, con la colaboración de Ove Arup & Partners, uno de los mayores estudios de consultoría en ingeniería de Londres.
El concurso tiene por objetivo dotar a París de un nuevo centro multifuncional capaz de atraer y albergar a un vastísimo público —en la convocatoria se prevé una afluencia diaria de 10.000 personas—. Bibliotecas, museos, exposiciones temporales, un centro de investigación dedicado al cine, centros de documentación especializada, salas de espectáculos y reuniones son las actividades inicialmente previstas.
La idea es la de una estructura flexible y polivalente, que se adapte a las cambiantes exigencias del público y de la ciudad. Entre los 684 proyectos presentados al concurso se eligió el que luego se realizaría con algunas modificaciones, firmado por Renzo Piano y Richard Rogers.
Se trata de un paralelepípedo de vidrio de 140 metros de largo aproximadamente, de una anchura y una altura de 50 metros, encajado en un armazón de tubos metálicos de colores, constituida por el sistema estructural y de implantación del edificio. La organización del sistema estructural garantiza la posibilidad de construir pisos libres de cerca de 7.500 m3 cada uno, sin muros portantes interiores ni tabiques, en condiciones de transformarse progresivamente.
Con los años, el centro se ha convertido en la obra-icono de la arquitectura high-tech: la estructura del edificio coincide con su esencia, que combina eficazmente tecnología y decoración.
El Centro Pompidou está situado en el margen de una extensa área en el centro de París, el Plateau Beaubourg junto al histórico mercado de Les Halles, derribado poco antes de la construcción del centro. El carácter lúdico del edificio ha contribuido a hacerlo especialmente popular. Su presencia ha conferido identidad a la plaza en la que se ubica.
Aparentemente ajeno al contexto, en realidad está profundamente ligado a las terrazas, las cristaleras y los pasadizos cubiertos transparentes favorecen una relación continuada entre el visitante y la ciudad.
La línea quebrada de la escalera mecánica connota el edificio lo hace reconocible y al mismo tiempo ayuda a percibir el orden subyacente no se trata de una trama casual de tubos sino de la disposición cuidadosa de módulos que se repiten según determinadas medidas.
A cada función le corresponde un color distinto: el blanco se usa para la estructura portante y para las tomas de aire, el rojo para las plataformas y las jaulas de los ascensores, el azul para el aire acondicionado, el amarillo para los equipos eléctricos y el verde para los conductos de agua. La estructura portante principal está compuesta por pilastras tubulares y vigas reticulares, unidos a la fachada por bisagras adecuadas llamadas gerberettes.