Hacia 1900 – 1919
La adhesión al clima modernista llega tarde a Italia y en realidad se limita a un núcleo bastante restringido de artistas decoradores —diseñadores, mueblistas, ceramistas—, que gravitan en torno a la órbita de la revista Emporium o de la sociedad de artes y oficios Aemilia Ars.
En 1902, la gran Exposición de Arte Decorativo y Moderno de Turín sirve para consagrar el liberty italiano —de los muebles «exóticos» de Carlo Bugatti de hierro forjado de Alessandro Mazzucotelli; de las cerámicas pintadas de Galileo Chini o los vidrios pintados de Vittorio Zecchin y los encajes de Jesurum. Es al mismo tiempo un estímulo para trasladar a la arquitectura las novedades del estilo internacional. Los alegres y coloridos pabellones de Raimondo d’Aronco mientras por una parte demuestran su interés por las innovaciones estructurales de las construcciones de hierro y cristal, por la otra aguzan la mirada hacia las soluciones estilísticas de Wagner y Olbrich.
Al socaire de la exposición turinesa —en la que participaban proyectos de arquitectura y de decoración de Behrens, Olbrich y Horta— estalla la arquitectura liberty italiana en las figuras de Pietro Fenoglio, Giu-seppe Sommaruga, Ernesto Basile y Giuseppe Brega que, después de haberse ocupado de construcciones funcionales y de uso público como hoteles, cementerios, termas y estaciones, se orienta a continuación al diseño de residencias privadas de la rica burguesía empresarial.
Turín, Milán y Palermo son los principales centros del nuevo estilo. Este se caracteriza por ser un fenómeno sustancialmente urbano, sobre todo en las ciudades de fuerte desarrollo económico; un desarrollo que, sin embargo, aún tiene una escasa incidencia en la estructura de la cudad: la difusión que afecta a calles enteras o a barrios a menudo se reduce a una mera operación de superficie traducida en aplicaciones de cerámica coloreada, hierro forjado y cementos decorativos sobre edificios de una estructura tradicional. Las ciudades con fuerte personalidad rechazan el liberty, relegándolo a la periferia y lo admiten exclusivamente en edificios como cafés, restaurantes o tiendas.
No obstante, el liberty gozó de una gran difusión en toda Italia gracias a algunos episodios dignos de mención, y llegó a configurarse como un estilo con una connotación de lugar de veraneo y centros termales —el estilo de los chalets y grandes hoteles— esto es, lugares que simbólicamente acogían y expresaban los fastos y ritos mundanos de la burguesía.