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Historia del Arte

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Los primeros pobladores de África (I)

La plástica negroafricana fue conocida en Europa al iniciarse los primeros imperios coloniales. Fueron los navegantes portugueses, que a mediados del siglo XV contorneaban las costas occidentales de África, los primeros que entraron en contacto con los pequeños reinos de tipo feudal que existían en los territorios correspondientes a las actuales repúblicas de Nigeria y Congo.

Más tarde, en los siglos XVI a XVIII, siguieron aquellas rutas comerciantes holandeses, ingleses y franceses, cuyo objetivo principal, en sus incursiones por territorio africano, era la adquisición de oro, marfil y, especialmente, esclavos.

Ya en el siglPese a todo, el arte prehistórico europeo y el africano no tienen mucho en común. El europeo se suele datar entre el 30000 y el 10000 a.C., mientras que el africano es de entre el 8000 y el 6500 a.C., siendo un caso más que excepcional la zona de Namibia donde se han encontrado muestras de hacia el 26000 a.C. Otras diferencias entre ambos artes son la práctica inexistencia de escultura prehistórica en África, siendo muy común en Europa, así come la primacía del arte zoomórfico europeo frente al antropomórfico del continente africano.

Los restos más numerosos de pinturas y pabados se encuentran en la parte septentrional de Africa, en especial en la zona sahariana. Se han contabilizado entre 30.000 y 40.000 muestras de este arte. Se ha podido reconstruir parte de la historia sahariana a través de las pinturas que allí dejaron sus habitantes: y se sabe que el Sahara era una zona muy fértil y plagada de animales que hoy ni es posible ni imaginar que hubieran estado ahí: elefantes, hipopótamos, rinocerontes y búfalos.

A falta de disponer de una datación absoluta para todas estas muestras artísticas, Herni Lhote y Fabricio Mori, establecieron cuatro grandes períodos basados en los elementos más representativos de éstas, que plasman el tipo de vida de sus habitantes y la fauna que existía en cada época.

El primero de ellos es el llamado estilo de los cazadores, que abarca desde el 7000-6000 al 4000 a.C., también llamado período Bubalus antiquus porque en él sólo se representan animales propios de cuando el Sahara era un territorio fértil, como el búfalo (de aquí el otro nombre del período), el elefante, el rinoceronte, el hipopótamo y la jirafa. Son grabados muy detallistas y naturalistas, normalmente de grandes dimensiones, y trabajados con profunda incisión, pulidos mediante abrasión.

A parte de las representaciones zoomorfas cabe destacar la presencia de figuras humanas, siempre armadas y dispuestas para la caza. El segundo estilo es el» de los pastores» (o vacuno), situado entre el 4000 y e1 1500 a.C. Se caracteriza por representar bóvidos, además de los animales anteriormente citados, a excepción del búfalo, crucial en el período» de los cazadores». Las figuras son menos naturalistas, hechas con pigmentos negros, rojos y blanquecinos; desapareciendo en ellas la profusión de detalles y el gran tamaño, típicos de la época precedente.

En tercer lugar hallamos, a partir del 1500 a.C., el llamado período «de los caballistas», el cual se encuentra a su vez subdividido en tres apartados: el del carro, el del jinete, y el del camello. Tal como su nombre indica, esta etapa se caracteriza por las representaciones de personajes montando animales, y se distingue por sus figuras sintéticas y estilizadas, además de por la introducción de elementos novedosos, como los animales domésticos.

Finalmente, la última etapa es la llamada «de los camelleros», que se inicia en los primeros siglos de nuestra era y abarca hasta el momento presente Sus rasgos principales, tanto en grabado como en pintura, son la esquematización de las figuras, la representación de los animales propios del desierto y las reducidas dimensiones de los motivos.
Esta cronología permite ver que los grabados son anteriores a las pinturas. Cabe añadir que los artistas utilizaron pigmentos elaborados con elementos naturales, como por ejemplo el óxido de hierro, el óxido de zinc y el caolín. Para las tonalidades oscuras usaron huesos quemados o carbón vegetal. La gama cromática es principalmente de colores básicos cuyos aglutinantes eran leche, miel y clara de huevo.

Como ya se ha apuntado, aparte de los ejemplos saharianos, se encuentran muestras de arte rupestre en el continente africano. En la región oriental cabe destacar los restos hallados en Tanzania, Uganda y Kenya, así como los de las regiones de Harar (Etiopia) y Darfur (Sudán). En estas zonas priman las representaciones animalísticas de pequeño tamaño y de escasa policromía. Su datación es difícil de establecer, aunque se cree que corresponden al período sahariano «de los camelleros».

En la zona meridional hay centros importantes en Malawi y Zambia, que se caracterizan por sus dibujos crípticos y abstractos, así como por su antigüedad. Por otra parte, encontramos otros ejemplos en la zona más al sur del continente, destacando la cueva Apollo 11 (Namibia) datada alrededor del 26000 a.C. y la cueva Wonderwerk (Sudáfrica) del 8000 a.C. Aparte del arte mural, se han conservado numerosos objetos de piedra, procedentes sobre todo de la zona sahariana, los más antiguos de los cuales son contemporáneos al Homo erectus. El arte rupestre africano contempla, en defnitiva, un lapso de tiempo considerable, de unos treinta mil años. La gran extensión de su cronología se debe, en parte, a la existencia aún hoy en día de poblaciones que siguen empleando las mismas técnicas y recursos parecidos a los que usaron sus antepasados, perpetuando, así, la historia de estas prácticas artísticas.

Tallas africanas, especialmente de marfil y bronce, fueron trasladadas a Europa desde mediados del siglo XV, pero en ningún caso fueron consideradas como objetos de interés artístico, sino como meras «curiosidades», producto de culturas inferiores, propias de pueblos «primitivos» y» salvajes».

Realmente, las tallas y las máscaras negroafricanas no recibieron la consideración del mundo occidental, desde el punto de vista estético, hasta que a finales del siglo XIX y principios del XX, la vanguardia artística europea del postimpresionismo francés (fauves y cubistas) y los expresionistas alemanes (de los grupos Die Brücke y Der Blaue Reiter) creyeron ver, en las esculturas procedentes del África negra y de Oceanía, la respuesta a los interrogantes que ellos se planteaban acerca de la validez de las antiguas tradiciones artísticas de Occidente, que consideraban caducas y periclitadas. Encontraron, pues, en el denominado «arte de los pueblos primitivos», africanos y oceánicos, que prescindía totalmente de cánones, que rehuía de la imitación y la descripción, el paradigma de la libertad expresiva del artista.

A partir de la primera década del siglo XX, el interés por las manifestaciones artísticas africanas se difundió con extraordinaria rapidez, iniciándose una verdadera carrera por adquirir ejemplares representativos del arte de las diferentes etnias del continente africano. Pronto se reunieron en Europa y América grandes colecciones que no sólo enriquecieron los museos en los que se exhiben las producciones artísticas de las antiguas civilizaciones de la humanidad, como son el British Museum o los museos de Berlín, sino que se integraron también en riquísimas colecciones particulares.

El interés por el arte negroafricano corría paralelo con el desarrollo e intensificación de la colonización de África por parte de los Estados europeos y de la consiguiente penetración de la cultura occidental en aquel continente, con todas sus ventajas y, asimismo, con todos sus inconvenientes.

La actuación de misioneros y colonos pronto operó cambios profundos en el sistema de creencias y en la propia filosofía de la vida de los indígenas africanos, basada en el temor al poder de los espíritus y en la eficacia de la magia y de los ritos para propiciar y dominar aquel poder. Dado que el arte negroafricano, como se verá más tarde, estaba estrechamente conectado con esa cultura mágico-religiosa, a medida que han ido desapareciendo aquellas creencias, el arte, a su vez, falto de la savia que lo nutre, ha ido extinguiéndose, y en los últimos lustros las tallas africanas son una mera repetición de las que todavía estaban en plena vigencia en las décadas de 1950 y 1960.

Esta transformación se operó de un modo automático y no siempre por la actuación deliberada del invasor, deseoso de extirpar un sistema de ideas que consideraba inmoral y pernicioso, sino simplemente por la introducción entre las poblaciones africanas de nuevos materiales y herramientas, de un sistema educativo que incluía el aprendizaje de la lengua y la cultura de los colonizadores, y sobre todo, por el sentimiento surgido entre los mismos indígenas, al abandonar su «primitivo» pasado, y aculturizarse, de desprecio hacia sus antiguas creencias.

Y como las esculturas dedicadas al culto a los antepasados y las máscaras rituales estaban íntimamente unidas a tales creencias, fueron consideradas como testigos desafortunados de aquel pasado, y las mismas personas que las habían creado las desecharon, destruyeron o, en el mejor de los casos, obtuvieron una pingüe ganancia vendiéndolas a los blancos.

arte africano
Pintura parietal en el sitio arqueológico de Tadrart Acacus, desierto de Fezzán (Libia). Detalle del conjunto de pinturas, que se halla en las paredes de la meseta de Tassili N’Ajjer, donde se aprecia con claridad un individuo sobre un carro.

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