Poco se sabe de la primera generación que trabajó directamente a las órdenes de Fidias y continuó su escuela después de desterrado el maestro. De Crésilas, por ejemplo, no se conoce con seguridad más que el retrato de Pericles y la Amazona. De Calícrates únicamente que fue el colaborador de Ictinos. De Calimaco sólo es posible imaginar algo de su estilo a partir de las referencias a una lámpara que trabajó para el Erecteo y parece que fue el más personal de la escuela. De otro artista de esta escuela, Alcamenes, se cree que sean suyas varias copias de su famosa «Afrodita de los Jardines», renombrada en la antigüedad. Va vestida con finísima túnica que descubre uno de los pechos; lo restante del cuerpo se revela por la transparencia acentuada de los pliegues. También pasa por ser obra de Alcamenes otra escultura famosa que representa a Ares desnudo e imberbe, con la cabeza tocada con casco (el Ares Borghese, del Louvre).
Mas para comprender cómo las enseñanzas de Fidias pasaron de una generación a otra, el ejemplo más elocuente es el de una familia que durante cuatro generaciones fue transmitiéndose de padres a hijos los secretos del arte de la escultura. La dinastía empieza con un primer maestro llamado «el viejo Praxiteles», compañero de Fidias, que trabajó con él en la Acrópolis. La tradición señalaba como suya una Hera o Juno, del templo de Platea, la cual es probable que fuera el original de un tipo del que se conocen varias copias romanas. Es una estatua cuyo porte majestuoso y los pliegues del ropaje, hábilmente dispuestos, delatan la escuela de Fidias. La túnica, algo caída, muestra las bellas formas de los hombros. Es verdaderamente un tipo magnífico de madre de los dioses; con gesto solemne apoya un pie en el suelo, mientras el otro pie se halla situado hacia atrás, dando a todo el cuerpo de la diosa una postura basculante, de solemne contención de movimiento, frecuente en las estatuas griegas del siglo V.
Este tipo de Hera, algo modernizado, debió de servir de modelo para la estatua colosal a que pertenecía la famosa cabeza de la colección Ludovisi, hoy en el Museo de las Termas. La Juno Ludovisi presenta como un adelgazamiento de espíritu; es una copia romana muy libre, y esto explica que algunas veces haya sido tomada equivocadamente como el retrato de una emperatriz divinizada. Con todo, sus dimensiones colosales le devuelven algo de la grandiosidad que en las obras clásicas deriva sólo del estilo.
Del viejo Praxiteles aprendió su hijo Cefisodoto, y es interesante ver ya un estilo de transición en la única obra que con toda seguridad de él se conserva: el grupo de Eirene y Plutos, las dos personificaciones de la Paz y la Riqueza. Los pliegues rectos del peplo que viste Eirene recuerdan a las cariátides del Erecteo, y el gesto de la estatua, apoyada sobre una pierna, es el gesto de la Hera de Platea y de otras obras que Fidias inspiró directamente; pero se advierte ya una ternura más moderna en la expresión maternal de la diosa, la cual acaricia con la mirada al pequeño Plutos que lleva en brazos. Como se ve, tanto en la Hera atribuida al viejo Praxiteles como en la Eirene de Cefisodoto, no hay ningún cambio trascendental en la composición de los tipos: las figuras, apoyándose en la pierna izquierda, marcan hacia este lado los pliegues rectos, mientras que la otra pierna, ligeramente doblada, alterna asimétricamente con unas líneas inclinadas. La expresión más tierna, más delicada y más sensible es lo único que hace esperar el nuevo estilo, el cual tenía que venir muy pronto. La cabeza de Eirene ya no es una de aquellas excelsas e impersonales divinidades de los frontones del Partenón, sino una mujer madre que ha sufrido y llorado durante la guerra.
Copia en mármol, fechada hacia el año 125 d.C, del original griego que se remonta hacia los años 430-415 a.C. En su técnica escultórica se advierten las nuevas tendencias aplicadas por los continuadores de la escuela ateniense de Fidias.
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