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Historia del Arte

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Los grandes santuarios panhelénicos (II)

Es admirable en Olimpia el arte con que se han distribuido las figuras en la forma triangular, ingrata, de los frontones. Mientras los protagonistas se yerguen noblemente en el centro, las figuras secundarias se acuestan o agachan medio escondidas en los extremos. En lo que se refiere al estilo y la técnica, en las esculturas de Olimpia se advierte gran progreso. En una de las escenas de lucha, el grupo de un centauro con una de las mujeres aparece tan lleno de vida, que ya llamó la atención de Pausanias. Otra figura de un viejo recostado en el ángulo de un frontón supone que es una personificación del río Cladeos, aunque es posible que Pausanias estuviera mal informado, porque las representaciones de ríos y ciudades no aparecen en el arte griego hasta una época mucho más tardía. Las metopas de este templo de Zeus en Olimpia están asimismo decoradas con bellísimas esculturas alusivas al mito de Hércules, el héroe favorito del padre de los dioses.

Otro santuario común a todos los griegos era el de Délos, aunque la piedad se dirigió allí más tarde que a Delfos y Olimpia. Un cuarto santuario panhelénico debió de ser el templo levantado en lo alto del promontorio de la isla de Egina, desde donde se dominaba el golfo que forman las dos penínsulas del Ática y la Argólida. El emplazamiento de este santuario es ciertamente bellísimo por todos los conceptos; las excavaciones llevadas a cabo han puesto en claro que era el templo de una divinidad local, la diosa Afaia, de origen cretense. El templo quedó despojado, ya a principios del siglo XIX, de las esculturas que adornaban sus frontones y que hoy enriquecen la colección de la Gliptoteca de Munich.
Los conjuntos de decoración escultórica de los frontones de Egina representan los enfrentamientos de los griegos con los troyanos, en las cuales los habitantes de la isla de Egina tomaron parte dos veces: la primera, en tiempo de Hércules y Teseo, con su príncipe Telamón; la segunda en la guerra conmemorada en la Ilíada, cuando, dirigidos por Ayax, combatieron a las órdenes de Agamenón y Menelao.

En Egina, Palas es la protagonista central, que actúa como arbitro del destino, lo que demuestra la supremacía política de Atenas después de las guerras médicas. Por otra parte, las referencias a las guerras con los troyanos pueden entenderse como una alusión a la contienda con otros bárbaros orientales, los persas, que acababan de ser vencidos también con la ayuda de los eginetas.

Las esculturas de Egina, que únicamente podían verse de frente, están labradas en mármol, de bulto entero; hoy pueden ser admiradas sueltas en el museo, y su contemplación demuestra que son igualmente perfectas por todos los lados. Parece como si recordaran un estilo de fusión en bronce, arte en el cual se afirmaba que eran muy hábiles los escultores eginetas. Pausanias considera conocida de todo el mundo la distinción entre la escuela de Atenas y la de Egina: la una estaba especializada en obras de mármol y la otra en obras de fundición. En otros términos: la de Atenas era francamente jónica y la de Egina resplandecía con fuerte acento dórico. Pero esto no resulta bien claro del estudio de las figuras de los frontones del templo dedicado a Afaia. Si bien es verdad que ciertas figuras atléticas presentan fuerte impresión de dorismo, en cambio algunos de los personajes, como los guerreros que tiran con arco, por ejemplo, se mueven con un estilo más libre, en el cual es fácil advertir influencias jónicas.

Las figuras centrales están representadas vistiendo ropajes con rígidos pliegues paralelos, como los que suelen verse en las muchachas áticas. Durante mucho tiempo, las esculturas de los frontones de Olimpia y Egina fueron los únicos conjuntos decorativos de aquel tipo en la Grecia arcaica que se conocían. Pero nuevas excavaciones pusieron al descubierto otros ejemplos de frontones triangulares de templos decorados con esculturas, y siendo en su mayoría más antiguos que aquéllos, esta circunstancia permite apreciar la evolución de este género de decoración monumental desde el siglo VII a.C. Uno de los más extraordinarios descubrimientos arqueológicos de principios del siglo XX fue el hallazgo de un templo arcaico, decorado con esculturas, en la isla de Corfú, que era una colonia de Corinto. Se trata de esculturas de una antigüedad indiscutible, probablemente del siglo VII a.C., anteriores, por tanto, en dos siglos a los conjuntos monumentales de los frontones de Olimpia y Egina.

Igualmente se ve progresar la escultura por la necesidad de decorar con relieves las metopas de los templos dóricos. Algunas de estas composiciones, encuadradas entre dos triglifos, son ya obras de arte insuperables en la época arcaica. De esta manera la decoración escultórica de los templos hacía progresar la escultura en mármol hasta en lugares como Egina.

arte griego
Apolo (Museo Arqueológico de Olimpia). Detalle de la cabeza de la escultura de piedra que representa al dios Apolo, símbolo de una humanidad noble y heroica, que preside el frontón Oeste del templo.

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