En todas las obras auténticas ya mencionadas de Praxíteles y en otras que por analogía se le han atribuido hay una anticipación de extraño espiritualismo. Su arte posee a veces tal fuerza de sentimiento, que impregna sus obras de una nostalgia casi religiosa. El gran escultor del amor y de la carne suele abstraerse en un quietismo que le hace aparecer como fervoroso contemplativo.
Aunque generalmente la sensualidad coexiste y acaba por confundirse con el misticismo, en las obras de Praxíteles hay algo más que esta reversión y confusión de extremos. Sus figuras están animadas de vida interior, orgánica y, al mismo tiempo, espiritual; su plenitud puede explicarse por el resultado que debió de producir en el artista y en sus contemporáneos las iniciaciones en los misterios. El tiempo de la esperanza en la inmortalidad por heroísmo, que importaron los dorios, y la época de la satisfacción filosófica del conocimiento lógico y racional que bastó a la generación de Fidias y Pericles, son horas de un oscuro pasado para las gentes del siglo IV a.C. Éstas habían experimentado la inefable bienaventuranza de la compañía de los dioses. En Eleusis se asistía a la cópula o teogamia de Plutón y Proserpina. En otros misterios, probablemente era más personal la iniciación y completa la intimidad con un ser divino. Que Praxíteles fuese un entusiasta de los misterios, lo revela el Eubuleos que hizo para Eleusis; pero, además, consta que Friné, que fue su amiga, fue castigada por introducir en Atenas los misterios de Isodates.
No es, pues, de extrañar que el mórbido estilo de Praxíteles fuese, por su optimista melancolía, el preferido para las estatuas funerarias. Muchas figuras femeninas envueltas en amplios mantos (como las Musas de Mantinea) son evidentemente retratos idealizados, para ser colocados en un sepulcro; su gesto suave, tranquilo, debió de corresponder sin duda a la imagen ideal de una persona que vive más intensamente en el Hades que en la Tierra. Dos de estas estatuas (llamadas la grande y la pequeña herculanenses porque fueron halladas en Herculano) son los mejores ejemplos de este género de retratos. Igualmente debe considerarse como impregnada de la bienaventuranza que prometían los misterios la estatua praxitélica del Museo Británico procedente de Cnido. Los críticos quisieron ver en ella a Deméter, la diosa madre, que sueña pensando en su hija perdida. Es probable que la supuesta Deméter de Cnido no sea más que un retrato funerario, la persona real idealizada para decorar su propia tumba. Sin embargo, ¡cuánta dignidad, qué noble reposo! Nada en esta figura revela tristezas personales, ni hay todavía ningún rasgo fisonómico característico, exclusivo de su cabeza material.
De entre los discípulos de Praxíteles, el primero que hay que mencionar, aunque no sea el de mayor fama, ha de ser su hijo, el cuarto escultor de la familia, llamado Cefisodoto como su abuelo. A este Cefisodoto el Joven se ha atribuido la llamada fanciulla o jovencita de Anzio, encontrada en las ruinas de una villa de Nerón, cerca del mar. Representa para algunos, no una sacerdotisa, sino un joven adolescente, al que presta aspecto afeminado su traje talar de acólito del culto. La cuestión del sexo de esta figura todavía no está resuelta, lo que no impide admirar su gran belleza; tiene los cabellos recogidos sobre la frente e inclina la cabeza con recogimiento religioso sobre la tablilla donde están la rama de laurel y los instrumentos de la purificación.
Otro de los discípulos de Praxíteles, Leocares, realizó un gran grupo de Ganímedes raptado por el águila, del cual se conserva una copia en el Museo del Vaticano. Es gracioso el detalle pintoresco del perro que ladra viendo a su joven amo suspendido en el espacio; es una supervivencia de esta sensibilidad animal de la naturaleza, que entra también dentro de la gamma praxitélica. Del mismo Leocares se suponía fuese el famoso Apolo de Belvedere, que más bien debe atribuirse a otro discípulo de Praxíteles, al corintio Eufranor. Este artista prueba que el estilo del maestro hacía escuela fuera de Atenas. Sin embargo, el Apolo de Belvedere, tan estimado por los románticos del siglo XIX, no es sino copia de un original más antiguo, y aun con la desdichada introducción del amplio manto que lleva pendiente del brazo. Su clámide debía de ser más pequeña, y con la mano en alto blandiría el arco o una rama de laurel.
Estatua gemela del Apolo de Belvedere es la Artemisa o Diana de Versalles, en el Louvre. De ésta tampoco se tienen más copias que un fragmento del torso encontrado en Itálica, cerca de Sevilla. Ambos dioses, Apolo y Artemisa, avanzan lanzando el cuerpo hacia delante y se equilibran mediante la posición de sus brazos.
Es natural que los tipos predilectos de Praxíteles se repitieran durante largo tiempo. Sin embargo, el tipo de la Afrodita desnuda no fue aceptado inmediatamente; la diosa se representó más a menudo con un manto que le cubría las piernas. Así son la de Arles, la de Milo y la de Capua.
Fuertes ecos de praxitelismo se perciben todavía en la Afrodita descubierta en la isla de Melos o Milo, conservada en el Louvre, y que hoy se considera obra helenística de fines del siglo II a.C. A su descubrimiento, en el año 1820, estaba rota en varios fragmentos, uno de los cuales era parte del pedestal, con la inscripción que señalaba como autor a un tal Alexandros. Este fragmento del pedestal y parte de los brazos se perdieron, dando lugar, en tiempos pasados, a largas discusiones acerca de la posición de los mismos y, por extensión, sobre la escena representada. La Afrodita o Venus de Milo se yergue apoyada sobre un pie, mientras el otro descansaba en una especie de peldaño que formaba el fragmento perdido con la inscripción. Uno de los brazos debía de sostener ligeramente los pliegues del manto que cubre las piernas.
Pero se conservan tres grupos de Marte y Venus de época romana (dos en los Uffizi y uno en el Museo de Belgrado), en los cuales la diosa aparece en posición semejante a la Afrodita de Milo, y el brazo izquierdo, levantado, se apoya sobre el hombro de su divino amante. Esto induce a creer que, en el original griego, Afrodita estaba también al lado de Ares.
Reproducción romana del original en mármol de Praxiteles, datado hacia el año 350 a.C.
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