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Historia del Arte

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Eduard Manet VIII

Por entonces (en aquellos prósperos años de la Tercera República), se había puesto de moda, entre ciertas damas elegantes, ofrecerse para posar ante aquel pintor a quien la alta burguesía y los elementos oficiales seguían considerando con mucho recelo. He aquí por qué desde entonces Manet pintó bastantes retratos femeninos, al óleo o brillantemente ejecutados al pastel: de actrices como Méry Laurent o Jeanne de Marsy, o de mundanas famosas como Irma Brunner, sin que dejase de retratar también a caballeros, como antes había hecho en los retratos de Clemenceau o de Mallarmé; entre los que se cuenta el de su admirador, el escritor irlandés George Moore, realizado al pastel en 1879 (Museo Metropolitano), y en 1881 dos al óleo muy importantes, uno (plenamente velazqueño en su hondura) del turbulento político Henri Rochefort (Museo de Hamburgo), famoso por su evasión, reciente, de Nueva Caledonia, y el de Monsieur Pertuiset, célebre cazador de leones, una especie de Tartarín de Tarascón (Museo de Cassel). Pero ya en esa época Manet se veía obligado a restringir su incesante actividad, y a buscar otros temas.

En efecto, la dolencia que le venció (una que no perdona: la ataxia) empezó a manifestarse a finales de 1879, y pese a los cuidados no dio señales de remitir. En Bellevue, donde siguió una cura, pasó el verano de 1880 en una casa que había alquilado, cuyo jardín reprodujo en un bello lienzo propiedad de la familia Rouart, y allí pintó algunos de sus más memorables pequeños lienzos de naturaleza muerta, como el titulado Le jambón (en una colección de Glasgow), o como los Espárragos (que después fue propiedad del pintor alemán Max Liebermann, que poseyó varios lienzos de Manet). No obstante, aún a finales de 1881 iniciaría otro gran cuadro reproduciendo el multitudinario interior de un local, con gentío y mucha riqueza de efectos cromáticos.

Fue El Bar del Folies-Bergére, cuyo boceto preparatorio se halla en el Stedelijk Museum de Amsterdam. La obra definitiva (en el Courtauld Institute, de Londres), con la hermosa figura de la señorita encargada de servir las bebidas tras el mostrador, y la visión (reflejada por un gran espejo) de la sala de espectáculos, con los globos de gas de la iluminación, y la gente, es una obra rutilante, que obtuvo un gran triunfo en el Salón de 1882, lo que le valió a Manet, ser nombrado Caballero de la Legión de Honor, gracias a su amigo Antonin Proust, ya que, al primer intento de condecorarle por sus méritos, el presidente Grévy (convenientemente asesorado) se había negado a ello.

Lilas, rosas y otras flores, puestas en vasos de cristal, en delicados lienzos repartidos hoy por museos o grandes colecciones, fueron en 1882, y todavía en 1883, los temas que más cultivó, hasta que en aquel último año, habiéndose agravado su estado de salud, se le tuvo que amputar el pie izquierdo. A consecuencia de ello murió, el 30 de abril.

Se ha hecho famosa -porque todos los manuales la repiten- la frase que pronunció Degas, al regreso del sepelio de Manet en el cementerio de Passy: Nous ne savions qu’il était si grand. ¿A quiénes se refería este nous? ¿A Degas, y a sus amigos impresionistas? Acaso en este pronombre se englobaba un sector mucho más vasto de artistas, en el que cabían figuras que ahora nos parecen disímiles, como Whistler y Cézanne, quien había también tratado a Manet cuando estaba en París, y admirado su arte, y que entonces, en su Provenza natal, daba de aquella corriente pictórica realista (que a ojos de sus contemporáneos había simbolizado largamente Manet) una nueva e inédita versión, que conduciría a la pintura moderna por otros derroteros.
Eduard Manet
Berthe Morisot au bouquet de violettes de Edouard Manet (Musée d’Orsay, París). Berthe Morisot (1841-1895) fue una de las pintoras impresionistas más conocidas del momento, junto con Marie Bracquemont o Mary Cassatt, pintora estadounidense, ambas amigas de Degas. Morisot era discípula de Corot pero pronto se vio influida por la pintura de Manet. Sus cuadros son visiones plácidas de la vida cotidiana. Manet hace un retrato de la artista en el que los ojos muestran toda la fuerza del personaje.

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