A esta exposición mandó diecisiete lienzos, principalmente naturalezas muertas, una de las cuales, Le Compotier, fue después propiedad de Gauguin. En este lienzo se revela ya todo lo característico de Cézanne, en lo concerniente a su exigente y premiosa composición y a la franqueza del color.
Se la considera como la obra que representa al máximo los deseos, por parte de su autor, de asimilar los hallazgos del impresionismo. Mas, desde aquel momento, tratará de acomodar a sus intenciones aquella técnica por él aprendida; así, en la evolución que en él se insinúa por aquellos anos, la pincelada pierde espesor y el colorido, en cambio, gana en pureza Más tarde, ya desligado del impresionismo por completo, la práctica de la acuarela (a la que se dedicará desde 1880) introducirá en su manera de pintar sus típicas pinceladas breves, finas y nerviosas.
El impresionismo no fue, pues, para Cézanne más que un ejercicio, una práctica. El impresionismo era una pintura que, para su temperamento, se fundamentaba demasiado en la sensación dada en sentido de superficialidad, y Cézanne ambicionaba otras cosas. Un admirador suyo es testimonio completamente fidedigno: el pintor Maurice Denis, recogerá de labios del maestro, en sus últimos años, esta declaración: «He querido hacer del impresionismo algo que fuese sólido y durable, como el Arte de los Museos».
En 1878 se sintió definitivamente separado de la pintura impresionista. Indispuesto entonces con su padre, a causa de la irregularidad de su vida privada, tuvo que recibir auxilio pecuniario de Zola. Vivió por un tiempo en L’Estaque y después volvió a París, sin conseguir, a pesar de sus gestiones, que en el Salón oficial se admitiera una sola obra suya.
En esto fue Cézanne verdaderamente desgraciado; en vida vendió sólo dos cuadros: uno en Bruselas, en 1887, en la Exposición organizada por el Cercle des XX, y otro en 1900, año en que Herr Tschudi adquirió un paisaje suyo para el Museo de Arte Moderno de Berlín. Tschudi compró en aquella ocasión también un Renoir y un Manet y -sea dicho de paso- estas adquisiciones hicieron que el Kaiser montara un cólera y exigiera su destitución como director de aquel Museo.
Durante el año 1886 regularizó, por fin, su unión con Hortense Fiquet. Pero aquel año fue también el de su rompimiento con Zola, uno de los episodios más amargos de su vida. Zola, en su novela L’Oeuvre se había inspirado en su amigo para crear el personaje Claude Lantier, que encarna la figura de un pintor fracasado, y a Cézanne ello no le pasó inadvertido. Según parece, costó trabajo disuadirle de un duelo. Cézanne y Zola no volvieron ya a verse más.
Vivió desde entonces principalmente en Provenza, en Aix o en la finca familiar de Jas de Bouffan, que aquel mismo año de 1886 había heredado, al morir su padre.
Su pintura había entonces adquirido el magnífico estilo de plenitud clásica que le sitúa al extremo opuesto al academicismo. Algunas de sus características contribuyen a imprimir un sello poéticamente intelectual a aquel estilo. Es su época más fecunda.
En sus búcaros con flores se revela un nuevo y «actual» intimismo; de 1892 son algunos de sus magistrales paisajes, principalmente la serie inspirada en la contemplación de la Montagne Sainte-Victorie; en los cuadros de figura, se ensaya varias veces en su gran composición de las Baigneuses, un tema que no llegará a resolver definitivamente y que constituirá su gran preocupación; pero en aquel año empieza también sus cinco versiones de los Jugadores de cartas, obra que completó en 1896.
Cebollas y botellas de Paul Cézanne (Musée d’Orsay, París). Magnífica naturaleza muerta donde lo importante no son tanto los objetos que se representan como las formas que estos producen. En el barroco se buscaban frutas u hortalizas con distintos significados ocultos y una presentación exuberante. Cézanne prescinde de todo lo superfluo para concentrarse en las formas.