Se consumaba así la rebelión de los más jóvenes. Algunos años más tarde, en De Delacroix al neoimpresionismo, Seurat explicaba con claridad las intenciones del divisionismo «Dividir es asegurarse todos los beneficios de la luminosidad, de la coloración y de la armonía; primero, por la mezcla óptica de pigmentos puros (todas las tintas del prisma y todos sus tonos); en segundo lugar, por la separación de los diversos elementos (color local, color de iluminación y sus reacciones); en tercer término, por el equilibrio de estos elementos y sus proporciones según las leyes del contraste, de la degradación y de la irradiación; y en último lugar, por la elección de un toque proporcionado a la dimensión del cuadro».
Según esto, la solución de Seurat radicaba en una organización pictórica del cuadro mediante la cual se alcanzaba una síntesis de la pintura con bases científicas y a través de un completo y organizado inventario de la representación coloreada.
Para Seurat lo único que contaba era el lienzo y las características espaciales las únicas que se debían considerar. Así, el resultado espacial era plano, sometido a las dos dimensiones del cuadro, y la luz, estrictamente pictórica, uniforme y difusa, sustituía a la luz natural, que en el cuadro impresionista reinaba plenamente. La victoria sobre éste parecía que se había consumado y lo provisional e incierto del impresionismo aparecía sujeto a la disciplina del intelecto y de las leyes científicas. A la objetividad se la había despojado de sus elementos impuros.
También el postimpresionismo nació de la crisis del impresionismo. Con Cézanne, Van Gogh, Gauguin y Toulouse-Lautrec se sustituyó la fugaz sensación de éste por la solidez formal y la pura adhesiónnaturalista por la expresión acentuada del motivo interior, introduciendo en la pintura moderna una dimensión emocional que carecía de precedentes.
Sin embargo, el camino de cada uno de ellos fue siempre distinto. Liquidando lo quimérico y lo literario de la pintura, como también lo intentaron Courbet y los impresionistas, Cézanne superó lo provisional de éstos con una pintura definitiva, concreta y sólida. Y preservando del impresionismo sólo el uso del puro color, que le servía exclusivamente para modelar el espacio pictórico y reemplazar el dominio de la luz, que se convertía en forma junto al color absorbida por los objetos, Cézanne se esforzará por otorgarle una estructura arquitectónica basada en planos fuertemente consolidados a través de un análisis racional de la realidad.
Con ello consiguió construir algo firme y consistente allí donde el impresionismo había originado efectos fugaces y efímeros. El resultado fue un mundo independiente, certero, una forma como totalidad absoluta de representación, realidad en sí misma, que sin concesiones a lo visible, llegará a la creación de un mundo pictórico enteramente imaginado. Poesía de la mirada y poesía de la sensación.
Sincero y autodestructivo, siempre en un estado de extrema tensión, en el que algunos quisieron ver locura, con una percepción supersensible, Van Gogh mostró otro rostro de este postimpresionismo. Será el espíritu de lo dionisiaco en un supremo paroxismo de color y de luz dramática, que dejará entrever los estados anímicos del pintor holandés. Su pintura, de asombrosa lucidez, fue embriaguez de color convertida en conmovedora visión de su realidad interior.
También Gauguin superó el impresionismo, negando lo perentorio y fugaz de éste, para establecer un lenguaje formal más consistente y llegar a una síntesis plástica a través de ese indeterminado sintetismo técnico. Pintor en crisis, Gauguin estuvo siempre enfrentado a un destino sin encontrar nunca una respuesta segura. ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos? Mito de la evasión, ahora no romántica, encontró entre los aborígenes polinesios, y en contacto con su alma primitiva, la naturaleza no contaminada que anduvo buscando durante años, pero no su calma espiritual.

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