Recorrida esta breve introducción histórica sobre el pueblo elamita, hay que tratar de Susa, vieja ciudad de la alta llanura del Elam, situada en un contrafuerte montañoso que cierra el golfo Pérsico por el Este. Susa produjo sus hermosas piezas cerámicas mucho antes de que se desarrollase el arte elamita, uno de los ciclos artísticos más antiguos del Irán. Se trata de las construcciones y obras de arte creadas bajo el dominio de una dinastía de soberanos locales, contemporáneos del dominio kasita sobre Babilonia, entre los años 1600 y 1000 a.C.
Las obras arquitectónicas fundamentales del arte elamita debieron de estar en Susa, su capital. Seguramente se debió de tratar de una ciudad importante que acogería numerosas edificaciones que hoy serían de gran ayuda para comprender la evolución artística de este pueblo. Pero siglos más tarde, como se verá, fue en Susa donde los reyes persas aqueménidas establecieron su residencia de invierno.
Su capital de Persépolis, en las montañas, era demasiado fría y a menudo estaba cubierta de nieve, así que durante los duros meses de invierno necesitaban fijar su residencia en otro enclave que gozara de un clima más benigno. Por eso, se trasladaban temporalmente cada año a Susa, antigua capital de los elamitas, y al construir sus palacios en Susa arrasaron las construcciones anteriores e hicieron desaparecer todo lo que podía haber de elamita en aquel lugar. Lo que se ha descubierto, pues, en Susa, salvo raras excepciones, es persa aqueménida. Afortunadamente, aunque pocas, estas excepciones son muy sugestivas.
El resto arquitectónico más importante es un fragmento de muro de ladrillos moldeados con relieves que conserva el Musée du Louvre y que representa a una divinidad, cuya mitad inferior es el cuerpo de un toro, frente a una palmera estilizada. El dios-toro parece estar realizando la fecundación artificial de las flores de la palmera con la espiga masculina.
Esta obra es de gran valor no solamente porque se trata del vestigio arquitectónico que se encuentra en mejor estado de la cultura elamita sino porque en ella se puede observar la representación más antigua de esta ceremonia de fecundación, que debemos suponer que sería protagonista en otros muchos relieves de la ciudad de Elam que borraron los persas al establecerse en ella durante los meses de invierno.
Así, esta escena de la fecundación artificial protagonizada por un dios-toro después será muy frecuente en los relieves asirios. La técnica de los ladrillos moldeados procede de la que inventaron los kasitas y será heredada por los arquitectos neobabilónicos y por los persas aqueménidas.
Éste es, por tanto, el resto arquitectónico que mejor se ha conservado del arte elamita y que, por lo tanto, el que más información puede proporcionar sobre ese período artístico. Lógicamente, se debería esperar encontrar los vestigios arquitectónicos más importantes en la que fuera la capital del Elam, Susa, pero debido a la acción de los persas, las excavaciones realizadas hasta la fecha no han descubierto ruinas arquitectónicas de mayor importancia.
Por tanto, las obras de arquitectura del Elam hay que buscarlas no muy lejos de Susa, en Choga Zambil, donde el rey Untash-Huban erigió un gigantesco zigurat de cinco pisos, cuyas ruinas se elevan todavía hoy como una enorme montaña sobre el desierto llano y desolado. Pese a que en verano la temperatura de Choga Zambil alcanza los 60 grados, lo que dificulta enormemente el desarrollo de una agricultura, es posible que antiguamente hubiera en este lugar huertas para el sustento de los sacerdotes del templo y del rey, su corte y su servidumbre, que se albergaban en un gran palacio junto al zigurat.
La realización de un proyecto holandés y estadounidense para plantaciones de caña de azúcar en las proximidades demuestra que el suelo es fértil cuando se utiliza un buen sistema de regadío.
En Mesopotamia, desde muy antiguo, se había conseguido desarrollar sistemas de riego de gran oficia, y debemos suponer que la elección del enclave de Choga Zambil pudo realizarse atendiendo quizás únicamente a motivos estratégicos sabedores los elamitas de su capacidad para aprovechar la tierra.
De este modo, el zigurat encontrado en Choga Zambil está rodeado por una muralla exterior de 1.200 por 800 metros y por otra interior de 400 por 400 metros, en la que hay siete puertas. Ello proporciona una idea de lo necesario que se hacía proteger a la corte de posibles ataques, pues se trata, como se ha visto, de un recinto fuertemente fortificado.
