La historia conocida de los elamitas se remonta muchos años antes de su entrada triunfal en Ur, cuando pusieron punto y final a una de las civilizaciones más espléndidas de la Mesopotamia de la antigüedad y dieron inicio, de ese modo, a un pueblo que, no sin intermitencias, se convirtió en uno de las culturas más relevantes de su época en la región.
Por lo tanto, y yéndonos a los albores de la cultura elamita, sabemos que hacia el año 2500 a.C. Eannatum de Lagash, como ya se ha mencionado anteriormente, nieto de Ur-Niná, logró hacerse con el control de los territorios dominados por los elamitas, una zona bastante extensa que correspondería al actual suroeste de Irán, región que hoy se denomina Khuzistán. Por aquel entonces, teniendo en cuenta los datos que se poseen en la actualidad, no parecía ser el pueblo elamita una cultura excesivamente militarizada, por lo que se hace perfectamente comprensible que una civilización como la que gobernaba Eannatum, soberano ambicioso, no tuviera mayores problemas en asimilar dichos territorios.
Por otro lado, el dominio ejercido por Eannatum fue mucho más tiránico que el que ejercería más tarde Sargón de Akkad, así que deberá entenderse que aquella época fue especialmente complicada para las manifestaciones artísticas propias de los elamitas, que se debieron ver claramente influidas por las concepciones estilísticas de los sumerios.
En cambio, como se ha apuntado, Sargón de Akkad también incorporó al pueblo elamita a su imperio aunque, a diferencia de Eannatum, mantuvo las instituciones locales, lo que permitió, probablemente, que se fuera gestando, quizá de una manera algo tímida, una cultura elamita mucho más libre y, por tanto, propia, que la que debió de haber durante el período de Eannatum. Así, no fue hasta el declive del imperio levantado por Sargón que el pueblo elamita recupera la independencia. De todos modos, aún conocerían otro período de dominación antes de entrar triunfantes en Ur, pues los sumerios controlaron los territorios elamitas durante la época de la III Dinastía (2064-1955 a.C).
Los inicios de Elam como un pueblo poderoso que gozaba de un estado sólido se encuentran en la conquista de Ur. Durante más de doscientos años a partir de la caída de una las ciudades más importantes de la antigüedad, los elamitas participarían de una forma claramente protagonista en el curso de la historia de Mesopotamia, legando, asimismo, un arte de sumo interés y no siempre excesivamente ponderado en su justa medida.
Por otro lado, de este período de más de dos centurias han llegado algunas de las obras de arte más importantes de los elamitas. Posteriormente, Elam quedó subyugada por el imperio babilónico levantado por Hammurabi, y los elamitas habrían de esperar hasta bien entrado el siglo XIII a.C. para disponer de un estado autónomo y fuerte. Se confirma, por tanto, que se cumple la idea que ya se había señalado al empezar a tratar del arte elamita, pues, como se decía, este pueblo conoció intermitentes épocas de independencia y esplendor que se alternanaban con otras durante las cuales quedaban sometidas, en mayor o menor medida, por otros imperios que necesariamente debían de dejar impronta en su cultura y, por lo tanto, en su concepción del arte.
Por tanto, a partir de la citada fecha, el Elam entra en un segundo período de gran poder, y, a diferencia de la política seguida siglos atrás, los soberanos elamitas se muestran claramente decididos a ampliar los límites de su territorio. Quizá llegó al poder una élite especialmente ambiciosa que se dio cuenta de que no podían seguir viviendo a merced de las ansias conquistadoras de pueblos vecinos.
En todo caso, los elamitas decidieron convertirse en un pueblo dominante en lugar de presa fácil para las ambiciones de otros imperios. Nuevamente desde Babilonia llegaría el mayor enemigo de los deseos expansionistas de los soberanos de Elam. Nabuco-donosor I acaba con la autonomía elamita conquistando la ciudad de Susa, una de las ciudades más importantes de Elam, y somete al pueblo hasta que en el siglo VIII a.C. el rey elamita Humbanigas vence a Sargón II. Aunque poco duraría este espejismo de independencia, pues enseguida, otro gobernante con ansias de poder, Senaquerib, derrota a los elamitas y pone a fin a su cultura.
Efectivamente, han pasado, desde aquel lejano año 2500 a.C, en el que los elamitas se encontraban sometidos al control del importante soberano sumerio Eannatum de Lagash, prácticamente 1.700 años en los que los elamitas han gozado de períodos de independencia y han padecido épocas de sometimiento a otras culturas. Así, llegados al siglo VIII a.C, el pueblo elamita confirma su definitivo declive pues sus territorios quedarán sometidos una parte al dominio babilónico y la otra al persa, diluyéndose definitivamente su cultura en ambos pueblos.
