La escultura neosumeria la conocemos, sobre todo, por los hallazgos de Lagash, ciudad cuyos soberanos jamás se atribuyeron el título de rey, sino el de patesi o gobernador.
Del primero, Ur-Bau, el Musée du Louvre posee una estatua sin cabeza; pero el más importante fue el séptimo, según las listas antiguas, llamado Gudea. Este patesi, que gobernó Lagash durante poco más de quince años, construyó templos y palacios y nos ha dejado una prodigiosa serie de retratos suyos que constituyen quizás el conjunto escultórico más impresionante debido a la voluntad de un solo individuo. Se conocen hoy más de treinta de estas estatuas esculpidas en duras y brillantes rocas volcánicas: diorita azul o dolerita negra.
En todas ellas, el patesi Gudea aparece vestido como un monje, con una túnica que deja descubiertos el hombro y el brazo derechos, y siempre con las manos juntas en actitud de oración. Muchas de ellas están decapitadas, pero también se ha conservado alguna cabeza suelta como la extraordinaria del Museo del Louvre, llamada cabeza con turbante. La finura de los detalles, como los dedos, los labios y las cejas, y algunos músculos sutilmente acentuados en el cuerpo, contrasta con la severa sencillez de la túnica.
Todas las estatuas de la serie producen una impresión no sólo de serena majestad, sino también de intenso fervor religioso. En la época de Gudea, la ciudad de Lagash disfrutó de los beneficios de la paz y de una extraordinaria prosperidad. Este príncipe de ojos fijos, pómulos salientes, boca finamente dibujada y barbilla voluntariosa, tenía como ideal de gobierno el orden y la justicia, que proclama repetidamente en sus inscripciones.
La casualidad ha querido que llegase hasta nosotros uno de los objetos más sagrados del ajuar de Gudea: el vaso de libaciones que utilizaba en las ceremonias religiosas. Se trata de un cubilete de piedra, cuyos relieves nos informan de que, pese a la humanización de los dioses introducida en el intermedio acadio, los antiguos monstruos divinos no habían desaparecido totalmente.
En el vaso de libaciones de Gudea figuran dos dragones de pie que sujetan una lanza con las patas delanteras. Son monstruos terroríficos con cabeza de serpiente, cuerpo de felino, alas y garras de águila y cola de escorpión. Ambos dan guardia a un bastón en el que se enroscan dos serpientes cuyas cabezas ascienden hasta el borde del vaso como si quisieran abrevarse en el líquido ritual. Este símbolo sagrado es ya idéntico al caduceo del griego Esculapio, utilizado por los médicos antiguos, y que todavía hoy sigue siendo emblema de los farmacéuticos.
Las excavaciones de la antigua Lagash han proporcionado varias estatuas que no son retratos de reyes: hombres jóvenes, con el rostro y el cráneo totalmente afeitados, y diversas representaciones de mujeres, como la llamada La mujer del aríbalo, del Musée du Louvre.
La más importante de todas las representaciones femeninas es una figura también del Louvre, con las manos unidas, en la misma posición que las de Gudea, vestida con túnica y manto engalanados con cintas de bordados y cuyos cabellos rizados cubre una toca sujeta con una cinta.
El aire majestuoso de esta imagen y cierto sentido místico que se desprende de ella, acentuado por la posición de orante que adoptan sus manos, ha hecho que muchos arqueólogos la identificasen como la esposa del propio Gudea.
Lagash, localizada en la actualidad en Tell El-Hiba, en Iraq, fue una de las ciudades antiguas de Sumeria. Estaba situada al noroeste de la unión del Eufrates con el Tigris y al este de Uruk, y pese a no ser la más importante de las ciudades-estado mesopotámicas, la gran cantidad de escritos y restos arqueológicos encontrados en el siglo XIX ha aportado muchos datos acerca de su historia.
Gracias a las inscripciones que nos han llegado, nos podemos hacer una idea muy aproximada de la gran actividad económica que emprendió Gudea y de las relaciones comerciales que llevó a cabo para la obtención de las diferentes materias primas y productos necesarios para sus amplias empresas constructoras. Así, algunas de las zonas de las que llegaron a Lagash piedras, metales y maderas fueron: la India, Arabia, el golfo de Omán, Asiria, Eufrates medio y alto y quizá Capadocia.
Realizó también una serie de reformas administrativas -pesos y medidas, reajuste del calendario- y legislativas -protección de las gentes desfavorecidas- que redundaron en beneficio de sus 216.000 subditos. Se dice que fue el prototipo de príncipe piadoso, justo, sabio y perfecto.
