Los cronistas contemporáneos recuerdan también construcciones de interés general debidas a la iniciativa de Carlomagno, como el colosal puente sobre el Rin, en Maguncia, y el canal, que no se terminó, destinado a unir el Rin y el Danubio.
Aunque algunos ministros y colaboradores también imitaron el ejemplo de su emperador, como es el caso de Teodulfo, el obispo de Orleans, que construyó en Germigny-des-Prés una iglesia con una pequeña cúpula alta sostenida sobre cuatro pilares y las naves a su alrededor, consagrada en 806.
Con todo, el personaje más influyente en la restauración literaria y artística intentada por Carlomagno fue Alcuino, que, si bien anglosajón, había sido criado y educado en la escuela de la catedral de York, cuya cultura derivaba de la de los benedictinos llegados a Inglaterra con San Agustín de Canterbury.
Ya se ha dicho que la capilla palatina de Aquisgrán era imitación de la capilla palatina de Ravena, roma-nobizantina; la iglesia de Germigny-des-Prés tiene reminiscencias visigóticas; la presencia en Aquisgrán de Alcuino y otros compañeros suyos, celtas y anglosajones, tenía que contaminar el gusto de los entrelazados geométricos a la decoración carolingia. Esto es: elementos de Italia por el Este, de Hispania por el Sur, de Britania por el Norte…
Por el sector del Oeste, el Imperio carolingio recibió la cuarta contribución: la puramente germánica de las obras construidas en madera con altas torres, a menudo pintadas de colores vivos. Esta clase de estructuras estuvo en boga durante los siglos siguientes, y permitió levantar con gran economía monumentos que sólo tenían de obra de mampostería las paredes, ya que las partes altas eran enteramente de leño.
Así era la iglesia de la abadía de Saint-Riquier en Centula, construida por Angilberto, y comenzada en 790 con planta cruciforme y un segundo crucero a los pies de la iglesia. El conjunto estaba flanqueado por cuatro torres cilindricas. Estas obras de material leñoso fueron después traducidas, en lo posible, a la obra de cantería; pero su carácter se mantuvo, y esto explica la abundancia de pórticos con torres y cimborrios que encontramos en los edificios prerrománicos de la región del Rin.
Especialmente características son las masas arquitectónicas colocadas en el extremo oeste, sobre la fachada de las iglesias. Estas Westwerke, como las llaman los arqueólogos alemanes, parecen derivadas de la estructura primitiva de Centula. Un ejemplo de Westwerk carolingia puede verse todavía en la iglesia abacial de Corvey, en el Weser (Alemania), construida entre 873 y 885.
En las provincias orientales del Imperio carolingio, más cercanas a los territorios bizantinos, aparece dominante la influencia del arte cristiano de Constantinopla.
Esta penetración bizantina en un medio germánico se advierte claramente en los monumentos de Cividale del Friul, el antiguo Forum Julium de los romanos, que en tiempo de los longobardos fue capital de un ducado extenso y después uno de los más grandes feudatarios del emperador. Un monumento bárbaro o germánico se conserva aún intacto en Cividale. Es un baptisterio que mandó construir el obispo teutón Sigualdo. Tiene sus altares y fuentes bautismales llenos de relieves, con símbolos y entrelazados bárbaros.
Poco posterior al baptisterio de Sigualdo, otra pequeña iglesia dedicada a Santa María está cubierta de estucos, donde domina la influencia bizantina. Acaso por estar en un lugar tan lleno de recuerdos bárbaros, estos estucos de Santa María resaltan con encanto extraordinario. Encima de la puerta hay un friso de vírgenes, con túnicas plegadas, rectas, hermosísimas, tres a cada lado de un nicho, con una figura sentada de obispo que se distingue en la penumbra.
La archivolta de encima de la puerta está decorada con un friso de cepas; los bellos pámpanos, estilizados y finos, repiten ordenadamente sus curvas simétricas sin la profusión de la decoración céltica ni la complejidad de la decoración teutónica.
Interior del oratorio de Santa María in Valle (Civicíale del Friul). En este detalle del marco que envuelve las representaciones del altar del templete longobardo se pueden apreciar la intrincada decoración floral y frutal abstracta que rompe con el esquematismo habitual del arte carolingio.