Después de la era de la fundición, que se puede moldear, por lo cual se cometieron toda clase de aberraciones decorativas, llegó la era del hierro, simbolizada, sobre todo, por la Torre Eiffel. Hay que señalar, sin embargo, que el primer edificio enteramente ejecutado con estructura de hierro fue la Chocolatería Meunier, en 1871-1872, construida en Noisiel-sur-Marne, cerca de París, por Jules Saulnier.
El empleo del hormigón armado es mucho más tardío. De hecho, es más un material del siglo XX que del siglo XIX. Desde las macetas de flores de Joseph Monier (1823-1906), al que se considera como el inventor del hormigón armado, en 1849 o 1850, hasta el primer depósito construido por el propio Monier en 1872, desde el primer silo en hormigón armado, construido en 1895, en Roubaix, por Frangois Hennebique (1842-1921), hasta los acueductos, tuberías, puentes, e incluso los suelos, este material será inicialmente considerado como un «material vulgar», apto únicamente para construcciones industriales.
El primero en destacar la estructura y la desnudez funcional del hormigón será Hennebique, en su Moulin Charles VI, en Tourcoing. Este molino esbozará un nuevo lenguaje que será recogido y elaborado, con posterioridad a 1900, por Anatole de Baudot y Perret.
Pero antes, todavía hay que referirse a tres constructores que, como Paxton y Eiffel, estuvieron ligados a la aventura de la arquitectura metálica. Se trata de dos franceses, Henri Labrouste y Héctor Horeau, y de un americano, James Bogardus.
Henri Labrouste (1801-1875) conjugó, por primera vez en un espíritu moderno, el talento del arquitecto con el del ingeniero. Gran Premio de Roma, aunque discípulo del racionalista Durand, Labrouste abrirá un estudio en el que intentará combatir la influencia de la Escuela de Bellas Artes, que él consideraba nefasta.
En su estudio vendrán a formarse la mayoría de los arquitectos modernos posteriores, franceses y americanos. La contrapartida de este éxito como profesor, fue que Labrouste, duramente combatido por la Academia, se vio privado de encargos hasta la edad de cuarenta y dos años. Entonces se le confió la construcción de la biblioteca Sainte Geneviéve, en París (1843-1850). Por primera vez en un edificio público, Labrouste utilizó una estructura de fundición y de hierro forjado que iba desde los cimientos hasta la cubierta. Sin embargo, consideró conveniente enmascarar su estructura metálica con una fachada de ladrillo, inspirándose en el repertorio histórico.
La obra maestra de Labrouste fue la Biblioteca Nacional de París, iniciada en 1868 y no terminada hasta diez años más tarde, cuando el arquitecto ya había muerto. Unas delgadas columnas de fundición sostienen la cristalería de la sala de lectura, a nueve metros de altura.
Pero la parte más espectacular del trabajo de Labrouste radica en las salas de reserva, cubiertas con un techo de cristal. La luz penetra allí a raudales y atraviesa las claraboyas y pasarelas que unen el espacio. Toda la construcción, salvo las estanterías, es de hierro.
Labrouste, formado por la Academia, pero rebelado contra ella, presenta una mezcolanza de «culturalismo histórico» y de «espíritu de ingeniero»; en James Bogardus, en cambio, sólo aparece el espíritu industrial y mecánico.
Industrial e inventor, Bogardus (1800-1874) construyó en el año 1848, en Nueva York, una fábrica de cinco plantas en la que, por primera vez, sustituía las paredes exteriores de ladrillo por pilares metálicos que sostenían los pisos. En 1854, también en Nueva York, realiza una pared exterior casi totalmente acristalada, para la editorial Harper and Brothers. En 1853, Bogardus proyectó para la primera Exposición Universal de Nueva York un extraordinario coliseo, a base de fundición, de 360 metros de diámetro, cuyo techo estaría suspendido y religado a una torre de 90 metros.
