Otro enigma arqueológico son las bellísimas iglesias de Toscanella. Una de ellas, la de San Pedro, se cita en un documento del año 628; la otra, Santa María, parece aún más antigua, pero ambas fueron restauradas hacia el siglo XI, en plena influencia de los maestros lombardos. El interior de estas iglesias (muy parecidas las dos) tiene aspecto medieval muy acentuado, pues son grandes como catedrales, más vastas todavía hoy que están casi desiertas y conservan los altares, púlpitos y policromías románicas.
El exterior de las iglesias de Toscanella es más sugestivo aún si cabe que el interior; en sus blancas fachadas de mármol se ven incrustados fragmentos de relieves tanto bárbaros como bizantinos, procedentes de otras iglesias longobardas más antiguas.
En este período empieza a formarse la escuela de marmolistas y decoradores romanos llamada de los Cosmati, porque en la familia cuyos miembros, por espacio de varias generaciones, fueron maestros en este arte, casi todos llevaron el nombre de Cosma (Cosme). El arte de estos marmolistas romanos es de gran originalidad.
Disponían de grandes bloques de pórfido y losas de granito rojo, que en aquella época sólo podían encontrarse en Roma y que antiguamente habían formado los pavimentos de las termas y las villas. No hacía falta más que cortarlos en círculos o cuadrados y aplicarlos como rosas centrales en el eje de la iglesia, desarrollando en el resto entrelazados de cenefas de mosaicos de mármoles tallados también en formas regulares.
Muchas iglesias de Roma recibieron esta decoración, y ello ya indica un gran esfuerzo, porque a veces se trata de basílicas colosales, que ocupaban áreas vastísimas. Los marmolistas romanos enriquecieron también las iglesias de la capital y de la región con muebles litúrgicos decorados con fajas de mosaicos de mármoles brillantes y oro. Son verdaderamente maravillosos sus candelabros para el cirio pascual; sus ambones, sostenidos sobre columnas antiguas y con ricos antepechos, también de mosaico; sus atriles para los cantores, con las águilas de alas desplegadas que han de sostener los libros de coro.
Junto a las dos grandes basílicas de San Juan de Letrán y de San Pablo Extramuros, los Cosmáticos edificaron claustros bellísimos de columnitas gemelas que sostienen arcos de medio punto, y tanto las columnitas como el friso que adorna la parte superior están enriquecidos con fajas de mosaicos y piezas de pórfido tallados, rodeados de cenefas.
El arte de los marmolistas romanos se extendió por la Italia Meridional y el norte de Europa. Dos sepulturas de la abadía de Westminster, en Londres, fueron revestidas de esta decoración; los epitafios hablan con orgullo de los mármoles que las enriquecen, por haber sido traídos de la gran Roma lejana: de Urbe…
Los párrafos anteriores se refieren a edificios religiosos; poco podemos decir en este lugar de las casas particulares. Las residencias nobiliarias, hasta dentro de la ciudad, estaban fortificadas, y su dueño podía encerrarse con sus partidarios, en momentos de peligro, dentro de su inexpugnable morada.
En la época románica muchas casas nobles tenían como último refugio la torre cuadrada; en San Gemigniano, cerca de Florencia, todavía subsisten varias casas antiguas con sus torres cuadradas de ladrillo, delgadas y altas, sin más abertura que algunas pequeñas aspilleras. En Pisa hay también una calle de las torres; en estas ciudades congestionadas por su cinturón de murallas, las torres venían a ser fortificaciones para luchar contra los vecinos.
En Bolonia hay dos torres inclinadas contiguas, en sentido opuesto (y casi tangentes) que pertenecieron a casas señoriales enemigas. Dante habla ya del efecto que producen cuando, en día de niebla, no se distingue su término, que se oculta entre las nubes. Como supervivencia de las luchas entre güelfos y gibelinos, abundan castillos de la época románica bien conservados, con sus torres y grandes salas con techos planos de madera. En la Italia Meridional se sentían más los efectos de Oriente; así es curioso el patio del palacio Rúfolo, en Ravello, con su original galería de arcos entrelazados.
En los territorios de los reyes normandos de la Italia Meridional, la influencia bizantina fue menor que en Sicilia y apenas pudo llegar la influencia árabe; en cambio, recibe algo de la corriente lombarda, que se extendía hacia el Sur, por la ribera del Adriático. San Nicolás de Bari, la gran iglesia catedral de la Apulia, es lombarda por su estructura y su decoración de grandes arcadas sobre los paramentos de los muros exteriores.

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