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Historia del Arte

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Arte neobabilónico (2)

El palacio era una verdadera ciudad que Nabucodonosor no cesó de engrandecer hasta el fin de su reinado; pero las excavaciones no han proporcionado objetos artísticos porque Babilonia fue saqueada durante siglos por los árabes.

La fachada principal daba sobre la avenida procesional a la que nos referiremos en seguida; allí se abría el vestíbulo, con sus salas de guardia, que comunicaba inmediatamente con el primero de los tres grandes patios del palacio. Grandes puertas monumentales enlazaban entre sí los tres patios, el último de los cuales venía a ser una antesala del salón del trono.

Esta era la cámara mayor del gigantesco edificio y medía 52 metros de largo por 17 de ancho. Sus paredes, en el sentido de la longitud, tienen un espesor de 6 metros, lo que hace pensar que sostenían una bóveda, pues se hace difícil pensar que Nabucodonosor hubiera podido procurarse vigas de más de diecisiete metros.

El tercer patio debía servir para ceremonias, como sugiere su rica decoración mural de cerámica vidriada que reviste las cuatro paredes como un permanente tapiz de maravillosos dibujos verdes y azules, de un esplendor frío, extraño, bárbaro. También el gran Palacio que Nabucodonosor II construyó, y que no cesó de engrandecer hasta su muerte, contenía, según parece, la bóveda. Ésta debió sustentarse sobre las paredes de la cámara mayor del edificio, que medían 52 metros de largo por unos 17 metros de ancho, con un espesor de 6 metros de longitud.

Uno de los ángulos del palacio se apoyaba en la famosa Puerta de Ishtar, hoy reconstruida en el Museo de Berlín, donde se inicia la avenida procesional. Allí fue donde Koldewey encontró unas construcciones abovedadas que llamaron la atención desde el primer momento porque estaban construidas en piedra, y no en ladrillo como toda la ciudad, y por que se encontró también un pozo con señales de haber tenido una máquina elevadora de agua semejante a una noria.

Todos los antiguos textos que hablan de Babilonia dicen que en el único lugar en que se empleó la piedra fue en los jardines colgantes. Heródoto, siempre aficionado a fantasear, dedica un largo párrafo a estos jardines que los griegos consideraban una de las siete maravillas del mundo. Después de una cuidadosa compulsación de los textos antiguos y de una detenida exploración arqueológica, Koldewey pudo afirmar que las construcciones abovedadas del ángulo más cercano a la Puerta de Ishtar eran realmente la base de sustentación de los admirados Jardines Colgantes de Babilonia.

Los textos antiguos que hablan de Babilonia comentan que en el único sitio donde se utilizó la piedra fueron en estos Jardines Colgantes, citados por Heródoto, y confirmados por el mismo Koldewey.

Para terminar, hay que hacer referencia al zigurat de Babilonia o Torre de Babel, llamada en las inscripciones neobabilónicas E-temen-an-ki («casa de los cimientos del cielo y de la tierra»). Era una torre escalonada de siete pisos, coronada por un templo situado en la cima, a 90 metros de altura.

Los cimientos excavados por Koldewey formaban un cuadrado también de 90 metros de lado. La altura del primer piso era de 33 metros. Koldewey calculó que debieron emplearse ochenta y cinco millones de ladrillos para levantar esta construcción gigantesca cuya masa dominaba todo el paisaje.

Cuando Babilonia fue conquistada por Ciro el año 539 a.C, el monarca persa respetó esta construcción, fascinado por sus proporciones colosales. Heródoto que visitó Babilonia hacia el año 458 a.C, hizo una descripción tan detallada de la torre que cabe suponer que todavía se encontraba en perfecto estado. Pero Alejandro Magno ya la encontró en ruinas cuando pasó por Babilonia a su regreso de la India; Estrabón cuenta que -sugestionado también por aquellos restos monumentales- puso a trabajar diez mil hombres de su ejército en la extracción de los escombros.

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Zigurat E-temen-an-ki (Babilonia). La culminación de la arquitectura religiosa mesopotámica es el templo de Marduk confundido en el Antiguo Testamento con la Torre de Babel. Heródoto, en su libro de Historia, la describía con sus puertas de bronce, su construcción a modo de alcázar y con estadios superpuestos uno sobre el otro hasta alcanzar la altura de ocho torres consecutivas. Arriba se encontraba la capilla y, dentro, una cama magníficamente dispuesta junto a una mesa de oro, una hermosa habitación privada para el dios y la única mujer nativa que tuviera el privilegio de ser escogida por los sacerdotes del templo, según los escritos del historiador latino.

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