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Historia del Arte

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El arte plástico asirio (1)

Pero es evidente que el toro alado asirio es la última evolución del toro mesopotámico. En Sumer, el toro era el animal asociado a Sin, el dios lunar, porque allí, como en todos los pueblos primitivos, se creía que los rayos del astro nocturno, atravesando las capas del terreno, producían la germinación de las semillas plantadas en el campo.

Una vez salido el tallo del suelo, los rayos del Sol, el astro diurno, lo cuidaban como la nodriza al infante, pero la fuerza germinadora estaba en los rayos lunares. Así el toro de Sin, el animal más fuerte, el más masculino de todos los animales salvajes del delta, fue considerado como símbolo del principio germinador por los primitivos sumerios. Se le agregó fisonomía humana barbuda para asociarle inteligencia; se le añadieron alas porque, en los primeros días del delta, el único fruto, o casi el único, era el dátil de la palmera. Los cereales no empezaron a cultivarse hasta el año 2000 a.C.

El dátil sirve todavía a los beduinos para hacer pan y fabricar bebidas fermentadas. Siendo las palmeras de diferente sexo, al principio el polen de la palmera macho se llevaba a la palmera hembra principalmente por los pájaros, buitres, águilas y halcones, que, al posarse sobre las palmeras en flor, se cubrían de polen el plumaje y después, despolvoreándose, salpicaban las flores hembras.

Debió de observarse, hacia el IV milenio a.C, que años de abundancia de buitres o águilas correspondían a fuertes cosechas de dátiles, y se consideraron las águilas como agentes del principio procreador. Por este motivo a los toros antropocéfalos se les agregaron alas…

Más tarde se añadió el cuarto elemento para formar el tetramorfos, o sea las garras de león. La diosa de la guerra y del amor, en Sumer lo mismo que en Asiria, era Ishtar, y esta divinidad tenía por animal favorito el león.

Por consiguiente, la diosa Ishtar era otra manifestación del principio procreador, por fin sintetizado en aquel animal hombre-águila-toro-león. En Kalakh, en Nínive y en Jorsabad estos guardianes monstruosos recuerdan la visión célebre de los cuatro animales simbólicos por el profeta Ezequiel, la visión que la iconografía cristiana ilustró con la composición sagrada del tetramorfos, simbolizando los cuatro evangelistas en el toro, el león, el águila y el hombre.

La decoración esculpida de los palacios asirios se componía casi exclusivamente de relieves. En las cámaras principales, departamentos de recepción y habitación de los palacios asirios, se encuentra generalmente, aplicada todavía a la pared, una hilera de placas de piedra con relieves de tanto valor artístico como histórico; son la ilustración gráfica de las erónicas de los excelsos monarcas asirios, con sus triunfos gloriosos, sus crueles y despiadadas venganzas una vez conseguida la victoria tras los cruentos y reñidos combates, sus devociones y diversiones, sus cacerías, sus fiestas, banquetes y recepciones. Estos relieves decorativos aparecen sustituidos, en las cámaras de segundo orden, por una faja de estuco pintado, de color uniforme en toda su extensión o bien con características decoraciones policromas.

Y se han encontrado sólo excepcionalmente estatuas exentas. De 116 reyes asirios, sólo Salmanasar III y Assurnazirpal II hicieron esculpir grandes estatuas suyas, que conservan los museos de Estambul y el British Museum.

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La leona herida (Museo Británico, Londres). Una de las obras maestras del arte animalista asirio es este relieve del palacio de Assurbanipal. Las proporciones se han reducido considerablemente en comparación con otras escenas bélicas y el detallismo se ha vuelto aún más preciso, como puede observarse en el agarrotamiento de las dos patas posteriores del animal, que se arrastra con dolor gravemente asaeteado por las flechas. Las orejas gachas, el aullido quejicoso y la rabia contenida en su mirada denotan una empatia perfecta por parte del autor de la escultura.

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