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Historia del Arte

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El reino de Mari (3)

Toda la construcción, realizada con enormes muros de ladrillo que se abrían al exterior por una única puerta, estaba coronada con azoteas y terrazas. Las instalaciones del palacio revelan un confort refinado: salas de baño con bañeras de cerámica, calefacción por grandes chimeneas, biblioteca en la que se hallaron 25.000 tabletas grabadas con textos cuneiformes, y multitud de obras de arte, esculturas y pinturas murales.

Las estatuas de los gobernadores de Mari, Ishtu-pilum (en el Museo de Alepo) e Idi-ilum (en el Louvre), forman parte, a justo título, del tesoro artístico de la humanidad. Estos impresionantes personajes tienen sus manos juntas a la manera de Gudea, pero se diferencian de él por sus pobladas barbas y bigotes, al estilo semita, que les confieren un feroz aspecto. Son dos imágenes que aún hoy nos resultan de tremenda fuerza expresiva y que seguramente se realizaron de este modo para dejar constancia del poder de ambos gobernadores.

Dos estatuas femeninas de Mari merecen ser citadas: la diosa aspirando el perfume de una flor, del Musée du Louvre, adornada con brazaletes y un collar de numerosas vueltas en torno al cuello, y la diosa del vaso surtidor, del Museo de Alepo, cuya trenzada cabellera se desparrama sobre los hombros y sirve de marco a seis soberbios collares de cuentas que cuelgan de su cuello. Ambas diosas van coronadas por el pesado casco lleno de cuernos sagrados.

Pero en el palacio de Mari no sólo había esculturas. Muchas paredes de sus salas o de sus patios estaban ornamentadas con pinturas murales realizadas al temple con vivos colores, que los arqueólogos franceses han descubierto de manera casi milagrosa. En efecto, apenas se comprende que tales decoraciones hayan llegado hasta hoy, a través de las destrucciones que el palacio sufrió durante la guerra que terminó con el poderío de Mari y a casi cuatro mil años de abandono y olvido.

Los temas son muy variados: composiciones geométricas abstractas, escenas de guerra, ceremonias religiosas y episodios de la vida cotidiana. Algunas de estas composiciones han recibido nombres que hoy ya son célebres: el rey y el ordenador de sacrificios, la investidura del rey de Mari, el friso de los pescadores, etc.

Lo más notable es que estas pinturas, contemporáneas de los frescos de los palacios prehelénicos de Creta que serán tratados en otro volumen de esta obra, muestran ciertas relaciones estilísticas con los mismos. ¿Quién influyó en quién?

Por el momento, los arqueólogos no pueden responder a esta pregunta, pero no tiene nada de sorprendente que hubiesen relaciones artísticas entre Creta y Mesopotamia cuando en los archivos diplomáticos del palacio de Mari se han hallado tabletas que dan cuenta de relaciones económicas y comerciales.

Otros centros importantes desde el punto de vista artístico, en el período en que se incuba el poder de Babilonia, son las ciudades de Ishchali y Larsa. La primera se ha hecho célebre por su templo consagrado a la diosa Ishtar. Concebido como morada de la divinidad, su estructura con diversas cámaras ordenadas en torno a cuatro patios, recuerda el esquema general que ya se ha visto en el palacio de Mari, morada de un soberano.

La única particularidad del templo es que los patios están intercalados entre una puerta y el santuario, de manera que los tres elementos se disponen en línea recta, siguiendo un mismo eje. Los fieles no tenían más que andar en línea recta desde la calle, de forma que, desde el exterior, sus ojos podían permanecer fijos en el lugar donde se hallaba la estatua de la divinidad. A veces, una sala de ofrendas precede al santuario propiamente dicho, entre éste y el patio.

El prestigio de Larsa le viene no de sus obras arquitectónicas, sino de los bronces maravillosos que se han hallado entre sus ruinas. Fueron descubiertos en 1930 por excavadores clandestinos que vendieron sus hallazgos.

El Musée du Louvre adquirió dos de estas piezas en las cuales aparece claramente la impronta semítica del gusto por el movimiento y por la vida. Una de ellas es un grupo de tres cabras monteses que se sostienen sobre sus patas traseras y cuyas cabezas están chapadas con una lámina de oro; la otra, llamada el orante de Larsa, es una figura masculina de bronce, con una rodilla en tierra, cuyo rostro y manos también están chapados de oro.

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Palacio real (Ciudad de Mari, Tell Hariri). La que fuera residencia oficial del rey Zimri-Lin ocupaba una extensión enorme dentro del perímetro total de la ciudad de Mari, complementándose con varias edificaciones anexas de uso público, como templos, almacenes, talleres, comedores, terrazas ajardinadas, baños y hasta una biblioteca en la que se guardaban documentos cuneiformes de tipo administrativo grabados en tabletas de piedra.

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