Los grandes arquitectos italianos del Barroco

Entre 1653 y 1657, Borromini tomó la dirección de las obras de Santa Inés o Sant’Agnese, en la Piazza Navona de Roma, cuyo interior ya había sido iniciado por los Rainaldi. La fachada que añadió Borromini presenta una graciosa disposición, con una zona central curvada y entrante, y dos cuerpos laterales salientes que avanzan sirviendo de base a los elegantes campaniles. En el centro de la fachada se levanta una cúpula sobre un alto tambor, situada sobre el plano frontal del edificio, gravitando inmediatamente sobre la puerta y no sobre el centro del espacio interior, como hasta entonces habían venido haciendo todos los arquitectos.
La continua búsqueda de formas originales del Borromini ya lo había llevado en 1642 a la utilización de paramentos curvos en la fachada del Oratorio de los Filipenses. La misma independencia creadora lo hizo lanzarse en la fachada occidental del Palacio de Propaganda Fide (1662) a combinar unos elementos macizos con otros filiformes, pilastras colosales y delicadas columnitas, flores, guirnaldas y palmas, y clásicas formas arquitectónicas.
Al siglo XVII pertenecen también las últimas obras de terminación y decoración de la basílica de San Pedro del Vaticano, que acabaron de darle el aspecto actual. El arquitecto que concluyó su interior fue Maderno, quien trazó también el proyecto de fachada. Bernini, que había construido en San Pedro unos campanarios barrocos -que sólo es posible apreciar por dibujos, pues se desplomaron- hizo también, entre otros elementos la Scala Regia, infinidad de estatuas para adornar el interior, el gran altar de bronce, con el gigantesco baldaquino, tan criticado, de 29 metros de altura, en el que se pasó ocho años trabajando.
Para levantar este gigantesco baldaquino, Urbano VIII Barberini mandó fundir el techo del pronaos del Panteón romano, que todavía se conservaba intacto. Del bronce recogido, sobró el suficiente, después de construidas las cuatro colosales columnas salomónicas, para fundir 80 cañones destinados al castillo pontificio de Sant'Angelo. El gigantesco baldaquino fue inaugurado el día de San Pedro del año 1633. El San Pedro de Maderno y de Bernini es el que se puede contemplar hoy, y el que ve todo el mundo en la inspección superficial que procura una rápida visita.
Sin un profundo análisis crítico, el visitante nada ve de la iglesia de Bramante y Miguel Ángel, sino de los escultores y decoradores barrocos, y hay que reconocer que éstos lograron un efecto de magnificencia no superado en ningún otro edificio moderno. De esta época es también la urbanización exterior de la Plaza de San Pedro, proyectada por Bernini, y realizada bajo su dirección entre 1656 y 1663, uno de los conjuntos monumentales más acertados del mundo.
La plaza forma un espacio abierto, elíptico, o más bien, circular prolongado, porque está formado por dos arcos de círculo cuyos centros están separados por un espacio de 50 metros. En medio de la plaza se levanta el antiguo obelisco egipcio del circo de Nerón, consagrado de nuevo por los Pontífices a la Majestad divina; a cada lado, dos fuentes proyectan sus hermosos penachos de agua con los que juega el viento. Un pórtico amplísimo, la famosa Columnata de Bernini, formada por cuatro hileras de columnas toscanas, rodea el vasto perímetro; en el fondo se levanta la fachada de la basílica; al otro extremo, que también debía estar cerrado, Bernini había proyectado un cuerpo monumental de columnas que se presentara simétrico a la fachada y diera ingreso a la gran plaza. Así se ve la perspectiva en las medallas y dibujos que fingen terminada la construcción de la plaza.
No sólo los alrededores de San Pedro, sino toda Roma, fueron urbanizados por los arquitectos y escultores barrocos. La Roma actual es la de los cardenales y papas de los tiempos del Barroco; cada príncipe de la Iglesia urbanizó los alrededores de su palacio con vías nuevas, plazas y fuentes. El conjunto de las tres grandes vías que, arrancando de la Piazza del Popólo, conducen al campo Marcio, al Capitolio y al Quirinal, es obra del siglo XVII. De esta época es también el conjunto monumental de la Piazza di Spagna, con su fuente llamada de la Barca, situada en el centro, y su escalera de rampas barrocas, coronada por el obelisco antiguo que domina toda la ciudad.

 


Iglesia de Santa María della Pace de Pietro da Cortona
Iglesia de Santa María della Pace de Pietro da Cortona, en Roma. El arquitecto recibió el encargo de convertir la modesta fachada de esta iglesia, en la soberbia composición que puede contemplarse en la actualidad. Dispuso un pórtico semicircular en la planta baja del angosto espacio y en la parte superior desarrolló el motivo de una fachada convexa. Para dar más amplitud al conjunto añadió dos alas, algo más bajas que el bloque principal, a modo de marco cóncavo que pone de relieve la contraposición de curvas. El efecto óptico total y la indivisible unidad entre las partes y el todo, son originalísimos.