Los grandes arquitectos italianos del Barroco

El gran período barroco, el que produjo las obras arquitectónicas más admirables, aproximadamente entre 1625 y 1675, está dominado por los nombres de tres grandes arquitectos. Pietro da Cortona (1596-1669) llegó a Roma, procedente de Florencia, hacia el año 1612. Bernini (1598-1680) era hijo de un escultor florentino instalado en Nápoles. El mismo fue, además de arquitecto, el mejor escultor de su tiempo y un pintor importante. Borromini (1599-1667) llegó a la capital pontificia procedente de Lombardía, hacia 1614, para trabajar bajo la dirección de su tío Cario Maderno y, hacia 1634, inició su obra independiente como arquitecto.
Pietro da Cortona remodeló la iglesia de los Santos Luca e Martina y construyó su fachada alrededor del año 1630. Esta fachada tiene una forma saliente, convexa, siguiendo un segmento de elipse, que permite establecer una relación con la cúpula, cosa que no hubiese sido posible con una fachada plana como las renacentistas. Hay que tener en cuenta que la relación fachada-cúpula es fundamental en esta época que considera la cúpula como un elemento casi indispensable en un edificio religioso, porque representa el cielo sobre el lugar del culto.
La curvatura elíptica de esta fachada armoniza maravillosamente con la cúpula, y para relacionar ambas aún más estrechamente, Pietro da Cortona colocó en el centro de su parte alta un pequeñísimo tímpano curvo con un trofeo decorativo que indica exactamente el lugar por donde pasa el eje que une la linterna, la cúpula y el centro de la fachada convexa. El mismo arquitecto se enfrentó con un problema absolutamente distinto al construir en 1656 la fachada de Santa María della Pace y urbanizar la pequeña plaza en la que se encuentra y las calles que confluyen a ella. Se trataba de la iglesia de la nobleza romana y era necesario cuidar con sumo interés todos los efectos visuales del conjunto urbanístico.
Para ello, Pietro da Cortona dispuso una fachada con dos alas suavemente cóncavas que hacen resaltar vivamente el organismo plástico central; éste está constituido, en su parte baja, por un pronaos curvo inspirado en el tema desarrollado por Bramante en San Pietro in Montorio, sólo que aquí las columnas están pareadas, de tal forma que crean una alternancia de intervalos anchos y estrechos. El conjunto de la fachada y la plaza produce un fantástico efecto escenográfico con su juego de líneas y superficies curvas moviéndose en el espacio.
Es curioso que estas iglesias, como la mayoría de los más hermosos templos barrocos romanos, sean edificios relativamente pequeños. Uno de los más pequeños es la obra maestra de Bernini: Sant'Andrea al Quirinale, cuyo interior elíptico sorprende, puesto que el eje menor de la elipse corresponde a la orientación puerta-altar mayor, resultando así una elipse extendida en el sentido de la anchura de la iglesia. La fachada, de 1658, hace pensar que Bernini la trazó recordando Santa Maria della Pace, que Pietro da Cortona había realizado años antes: en el centro de un muro cóncavo en forma de media elipse (que hace de contrapunto al óvalo convexo del edificio) está situado un pórtico de extraordinaria fuerza plástica. Esencialmente consiste en un pequeño pronaos semicircular, sostenido por dos columnas, situado bajo un profundo arco flanqueado por pilastras planas y coronado por un monumental frontón triangular.
Finalmente, hay que hacer referencia a los templos de Borromini, todos característicos por su extremada tensión formal y por su originalidad que los aleja de toda herencia clásica o humanista. Por ello su autor fue denunciado por sus contemporáneos como el colmo de la extravagancia. El hecho mismo de que Borromini se suicidase por creer que no llegaba a alcanzar los valores espirituales que quería expresar por medio de la arquitectura, es una prueba más del clima inquieto y angustiado de toda su creación.
El interior de la pequeña iglesia de San Cario alle Quattro Fontane fue su primera obra (1638-1641) y su fachada (1665-1667) fue la última. La planta de este maravilloso edificio, que los romanos llaman cariñosamente San Carlina, es de lo más intrincada. Se basa en un óvalo, sobre el que se alza un espacio complicado, de gran dramatismo, coronado por una extraña cúpula elíptica. La fachada alterna los sectores cóncavos y los convexos, insertando pequeñas aberturas, flanqueadas por pequeñas columnas, dentro de espacios más amplios, flanqueados por columnas grandes.


Iglesia de los Santos Luca e Martina de Pietro da Cortona
Iglesia de los Santos Luca e Martina de Pietro da Cortona, en Roma. Erigida sobre la cripta paleocristiana de la santa, se caracteriza por la abundancia de columnas, el uso poco convencional de motivos ornamentales y los hábiles juegos de luz y sombra de sus superficies curvadas, elementos propios del Barroco. La composición vertical lleva la vista hacia la cúpula en un casi obligado movimiento ascensional.

Continua >>>