Velázquez: primer período madrileño

Muerto Felipe III en 1621 era el mejor momento de probar fortuna en la corte del joven rey Felipe IV para un pintor mozo, pero de gran habilidad. Tenía Felipe IV dieciséis años; era flemático, aunque sensible y poco amigo de tomar decisiones. Pero a su lado había quien anhelaba gobernar: don Gaspar de Guzmán; es decir, el conde-duque de Olivares. Éste tomó las riendas del gobierno de las Españas y se rodeó de sevillanos como el poeta Rioja, amigo de Pacheco. ¿Qué mejor ocasión para presentar en la corte al prometedor yerno de éste? En su Arte de la Pintura Pacheco explica el viaje de Velázquez a Madrid en 1622 por el interés de su yerno en conocer los cuadros de las colecciones reales. De no ser más que éste el motivo de su viaje, tuvo que darse por satisfecho, porque sólo consiguió eso y retratar, por encargo de Pacheco, al poeta Góngora (Museo de Boston).
Pero un año después le llama Olivares, que busca nuevos talentos para ilustrar sus amplios planes políticos: nada menos que las bodas de una infanta española, hermana del rey, con el Príncipe de Gales (más tarde Carlos I). Esta vez el suegro se marcha con él y los recibe don Juan de Fonseca, Sumiller de Cortina del rey. Velázquez le hizo rápidamente un retrato que al momento fue mostrado al joven soberano. Quiso el rey ser retratado por Velázquez, y de este modo consiguió Velázquez lo que más podía interesarle: ser nombrado pintor del rey de España, con un salario de 24 ducados al mes, más otros gajes, y se instala para siempre en Madrid.
De ese primer período madrileño, que va de 1623 a 1629, se han perdido no pocas obras, entre ellas el retrato ecuestre de Felipe IV. Quedan obras de valía, como los retratos de cuerpo entero del rey (Prado y Metropolitan de Nueva York), de su hermano, el elegante infante don Carlos (Prado), del conde-duque con la llave de Camarero Mayor (Museo de Arte de Sao Paulo) o con la fusta de Caballerizo Mayor (Hispanic Society, Nueva York).
En 1627 se convocó una suerte de concurso de pintura sobre el tema de La expulsión de los moriscos de España, que ganó Velázquez con un lienzo de gran tamaño (que ardió en el incendio del Alcázar, en 1734), afirmando su situación en la corte y demostrando que era capaz en el género, reputado superior, de la composición o historia, aunque se dedicase al retrato. Lo que parece haber abandonado desde su instalación en Madrid es el bodegón, aunque su gran talento en la naturaleza muerta se aprecie en accesorios de sus retratos: libros, tinteros, esferas, etc.
En 1628 pinta otra composición, esta vez mitológica o "fábula", un Triunfo de Baco (más conocido hoy como Los Borrachos), en el cual expresa su ironía ante las pomposas pinturas mitológicas de italianos, franceses o flamencos. Baco, dios del vino, tiene el aspecto de un mozo vulgar a medio vestir y sus devotos no son sino picaros y mendigos; de igual modo, en el cuadro La fragua de Vulcano, pintado en 1630, toma una anécdota baladí, el momento en que Apolo cuenta a Vulcano la infidelidad de su esposa Venus (ambos en el Prado).
Es verdad que, al ser pareja este último lienzo de otro tema bíblico, La túnica de José (El Escorial), en el que se representa la escena del engaño de Jacob por sus malvados hijos, hay que admitir que la intención que une a ambos es más sutil que una simple semejanza argumental o de ambiente: puede ser ese tema secreto "el poder de la palabra" (de Apolo o de los hijos de Jacob) y su superioridad sobre la acción. Esos dos cuadros, Fragua y Túnica, los pinta en Roma, en 1630. Gracias a una licencia de su regio patrón, Velázquez puede realizar el sueño de todo artista de su tiempo: ir a Italia. Acaso le haya animado a realizar ese viaje el gran pintor y diplomático P. P. Rubens, que estuvo en Madrid en 1628. En Italia visita varias ciudades, y, entre ellas, Nápoles, donde está Jusepe de Ribera. En su estancia de un año en Roma, además de pintar esas obras, se percata de su propio valer y regresa a la corte de España, en enero de 1631, con una técnica mucho más libre y un colorido más amplio.


Triunfo de Baco o Los Borrachos de Velázquez
Triunfo de Baco o Los Borrachos de Velázquez (Museo del Prado, Madrid). Este cuadro no es sino una parodia en la que el dios Baco corona, a la sombra de la parra, a su corte de picaros y mendigos. Obra enormemente popular, que incluso Manet evocó en el fondo de su retrato de Zola, fue pintada en 1628.