Son célebres e interesantes los motivos laborales que adornan uno de los pilares intermedios de la galería occidental, alusivos precisamente a la propia construcción del claustro gerundense.
En uno de los relieves, los operarios transportan una cuba de madera suspendida en pértigas con las tradicionales duelas, el cincho metálico y una tapadera con asa cincelados con todo detalle; les sigue otro obrero con un recipiente a modo de cántaro al hombro.
En una segunda escena vemos a los alhamíes, esta vez sentados en un taburete, desbastando un sillar. Entre sinuosos tallos se distingue un pequeño capitel vegetal ya terminado y, al fondo, un instrumento indispensable en el oficio, la escuadra. Según Barral, estas representaciones son de especial utilidad para conocer el sistema de trabajo de los canteros románicos: un primer picapedrero desbastaba el sillar sobre el que, después, otro escultor más cualificado esculpía la ornamentación vegetal o figurativa propiamente dicha.
El episodio descrito se desarrolla ante la bendición de un obispo con mitra y báculo en compañía de su acólito y también, según E. Junyent, del canónigo encargado de dirigir las obras. Este detalle resulta asimismo muy significativo, no sólo porque ilustra el carácter santificante conferido al trabajo en época medieval, sino también por mostrar cómo la labor de los canteros se supeditaba al control y dirección de los mentores eclesiásticos.
En un capitel de esta misma galería, una escena de vendimia, muy similar a la del transporte del agua ya vista, completa este particular ciclo temático. En esta ocasión, los dos personajes llevan una cubeta repleta de uvas y se interpretan como campesinos que entregan el diezmo a la catedral en agradecimiento a Dios por los bienes recibidos.
Esta iconografía laboral pone de manifiesto la importancia que se otorga en la mentalidad de la época al trabajo como instrumento de redención. De acuerdo con la maldición divina, tras la caída en el Edén (Gen. 3, 16-19) el trabajo se convirtió para los fieles en una necesidad imperiosa para procurarse el sustento diario.
Pero en el siglo XII se produce un cambio decisivo en esta visión tan negativa de las faenas cotidianas: «la concepción del trabajo-penitencia es sustituida por la idea del trabajo, medio positivo de salvación».
El mismo argumento se repite en el Elucidarium: «El hambre es uno de los castigos del pecado original. El hombre había sido creado para vivir sin trabajar, si así lo deseaba. Pero, después de la caída, no podía rescatarse sino con el trabajo. .. Dios por tanto le impuso al hombre para que trabajase bajo la obligación de la necesidad y para que pudiese por ese camino volver a las cosas eternas». Así, las tareas libremente consentidas no son de ningún modo una servidumbre, sino un medio para alcanzar la salvación, máxime si el trabajo tiene por objeto la construcción y embellecimiento de la casa de Dios, tal como se representa en estos singulares relieves del claustro gerundense.
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