El templo románico de Solsona, levantado bajo la titularidad de Santa María sobre un antiguo edificio del siglo X, se concibió en origen como parroquia de un arrabal, fuera del recinto fortificado.
Será mucho más tarde, en el año 1593, cuando el papa Clemente VIII le conceda el rango catedralicio en detrimento de los intereses de los obispados de Urgel y Vic.
Tal disposición deriva de la política desarrollada por Felipe II favorable a crear nuevas sedes episcopales que actuaran a modo de baluartes defensivos frente a la expansión de las doctrinas protestantes, en particular del cercano peligro hugonote.
La tardía dignidad episcopal de esta parroquia justifica sus modestas proporciones y las numerosas reformas posteriores, sobre todo barrocas, hasta tal punto que el edificio actual es el resultado de la imbricación de los diversos estilos que se suceden en su largo proceso constructivo (desde finales del siglo XII hasta el XVIII).

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