La sede episcopal de Vic logra sobrevivir después de la invasión sarracena, pero pierde su organización eclesiástica tras el fracaso de la expedición de Carlomagno (785).
Transcurrido un siglo, de forma paralela a la repoblación impulsada por el conde Wifredo el Velloso, se restaura la diócesis bajo la prelacia de Godemaro (886-899). En el año 971, la ciudad alcanza notable protagonismo al obtener el obispo Atón el rango de metropolitano de la tarraconense por una bula del Papa Juan XIII.
La primera catedral de Vic se documenta en el año 516. Después se tienen noticias de otras fábricas prerrománicas posteriores sobre las que el abad Oliba, a la sazón obispo de la diócesis desde 1017, levantará un templo románico del que hoy sólo se conservan la cripta y el campanario.
Wifredo, arzobispo de Narbona, fue el encargado de su consagración en 1038, en presencia de la familia del abad, de la condesa Ermesinda de Gerona y los obispos de Elna, Barcelona, Carcasona y Urgel.
Tras sufrir una profunda reforma en época gótica, el gusto neoclásico imperante a finales del siglo XVIII, que juzgaba inadecuada la vetusta fábrica románica para la dignidad episcopal de Vic, determinó su sustitución por un nuevo edificio acorde con la estética del momento.

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