La floreciente ciudad islámica de Zaragoza, capital de la rica taifa aragonesa, fue entregada el 18 de diciembre de 1118 al rey Alfonso el Batallador.
Apenas cuatro años después, el 4 de octubre de 1121, se consagra la nueva catedral construida sobre la antigua mezquita aljama bajo la advocación del Salvador.
Según los diplomas de dotación, la diócesis recibió para su mantenimiento las viejas mezquitas, que pronto se convierten en iglesias; los diezmos y primicias de los feligreses; la décima parte de los tributos y rentas reales procedentes de judíos, moros y cristianos; y los bienes de los templos mozárabes, así como donaciones regias de castillos y heredades que enriquecieron ostensiblemente su patrimonio e ingresos.
Además, en las constituciones dictadas en 1128 por el obispo para el gobierno de las parroquias de la población, éstas se convertían en extensiones de la catedral, que se reserva por completo los derechos jurisdiccionales.

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