La Ciudad de Jaca, primer enclave verdaderamente importante del Camino de Santiago en suelo hispano, en el siglo X era tan sólo una aldea fortificada bajo el gobierno de un conde sujeto a la autoridad del rey navarro.
Su emplazamiento estratégico, en la confluencia de los ríos Aragón y Gas y en el paso pirenaico del puerto de Somport, hacía presagiar sin embargo un brillante futuro para esta población como nudo de comunicaciones entre Francia, Pamplona, Zaragoza y las ubérrimas taifas aragonesas y levantinas.
El esplendor efímero de la ciudad de Jaca
Sancho II Garcés (1004-1035) sentó los cimientos de una economía saneada al crear un portazgo que gravaba el tránsito de productos comerciales. A su muerte, el primitivo condado aragonés adquiere el rango de reino y Jaca se convierte en 1035, por incitativa de Ramiro I, en su capital.
Este monarca y su hijo Sancho Ramírez (1063-1094) adoptarán una serie de medidas para reforzar la capitalidad de Jaca y transformarla en un importante centro urbano; entre ellas, instalar allí la sede episcopal de Aragón y concederle un fuero, en 1076, que favorezca la repoblación.
Este fuero, auténtico estatuto jurídico de libertad y franquicia, servirá de modelo a muchos otros otorgados a diversos núcleos de francos y burgueses, como Sangüesa y Estella.
Aún en 1187 declaraba Alfonso II: Sé que desde Castilla, Navarra y otras tierras suelen venir a Jaca para aprender las buenas costumbres y fueros y llevarlas a las suyas.
A finales del siglo XI se obtienen los resultados apetecidos, pues los pobladores, cada vez más numerosos, desbordan el recinto amurallado y se instalan en el burgo nuevo o burnao.
Este crecimiento demográfico unido a la bonanza económica gracias a los botines de guerra, las parias de los vasallos musulmanes, los peajes de Canfranc, los ingresos del mercado ciudadano y el creciente flujo de peregrinos y mercaderes propician el desarrollo de las artes, que cristalizará en la construcción de la catedral, dedicada a San Pedro, y la contratación de maestros foráneos.
No obstante, este período de prosperidad fue efímero. En 1098 se traslada la capitalidad política y religiosa a Huesca, antigua sede episcopal reconquistada en 1096. Jaca, desde ese momento, comienza a perder la situación preeminente que hasta entonces había ocupado. La interrupción de las obras de la basílica así lo testimonia.

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