El complemento ornamental adquiere también en Jaca, durante el románico pleno, un protagonismo desconocido en la primera fase del estilo: inunda capiteles, canecillos, metopas e incluso las cobijas del alero con motivos vegetales, zoomorfos (leones, dromedarios, osos…) y humanos, todos ellos de gran viveza.
En el interior del templo prolifera un tipo de capitel derivado del corintio, asimismo presente en los grandes centros artísticos del Camino (Toulouse, León y Compostela), que alterna con cestas cubiertas de tallos y animales entrelazados.
Entre los capiteles figurados destacan tres. El primero, con efebos semidesnudos que tañen instrumentos de viento o danzan entre esquemáticas olas. Su artífice, a juicio de Moralejo, parece conocer los sarcófagos romanos con representaciones dionisíacas marinas. Lojendio, por su parte, interpreta el motivo como un símbolo de la purificación de las almas en los ríos del Edén; sus claras resonancias bautismales complementarían los dos sacramentos predominantes en la decoración del templo: la Penitencia y la Eucaristía.
El segundo capitel, inspirado en esta ocasión en un sarcófago paleocristiano, muestra a Cristo inscrito en un círculo sostenido por ángeles mientras frente a El se inclinan los apóstoles para aclamarle. Nos encontramos ante una adaptación de la imago clipeata romana, incorporada sin dificultad en el repertorio cristiano como emblema del triunfo.
Por último, S. Moralejo ha desentrañado el sentido de un último capitel, enigmático y de excelente factura, donde se reconocen a la Virgen y al arcángel Gabriel flanqueados por un mono en cuclillas comiendo fruta (singular parodia del Pecado Original) y una mujer con una serpiente.
Aunque el reptil no ataca directamente sus órganos sexuales, según la fórmula iconográfica al uso, constituye un emblema de la lujuria, pues se enrolla en su cuello y le muerde el brazo.
Además, a su derecha, un demonio la hostiga con dos ofidios más. En estos relieves es clara la transposición de las Furias del célebre sepulcro romano de Husillos, que también sirvió de modelo a uno de los más conspicuos canteros de San Martín de Frómista (Palencia).
El tema figurado simboliza, en definitiva, el enfrentamiento dialéctico tan característico del mundo románico: a la condenación y el pecado se contrapone la salvación mesiánica que se inicia al encarnarse Cristo en el vientre de María, libre de la mácula lujuriosa que rige toda la procreación humana tras la caída en el Edén.
El artista insiste en la antítesis entre el pecado y la virtud; entre la mujer cuya falta determinó la expulsión del Edén y la Virgen inmaculada cuyo Hijo abrirá las puertas del Paraíso.
Volver a Catedrales de España