Asimismo, del claustro procede una obra maestra de la plástica tardorrománica, no sólo hispana sino también europea: la escultura en caliza blanca de la Virgen sedente con el Niño sobre su regazo, considerada por Barral el monumento en piedra más insigne del románico catalán. En su calidad de Reina del cielo, María, con sus largas trenzas, corona y cetro, holla con sus pies una pareja de animales monstruosos en alusión a las fuerzas del mal aplastadas por su virginidad inmaculada.
Por encima del interés iconográfico, esta pieza sobresale por su calidad artística excepcional. Así lo revela el tratamiento minucioso y barroco de las indumentarias, resueltas con una multiplicidad de pliegues y adornos cuyo tratamiento caligráfico, de calidad casi táctil, confiere elegancia y majestuosidad a las figuras.
La posición ladeada del Niño, sobre la rodilla izquierda (insólita en la escultura románica catalana) contrasta con la fría, hierátíca y distante frontalidad de la Virgen, concebida a modo de trono de Jesús. Pese a no establecerse una relación directa entre Madre e Hijo, esta obra se sitúa ya en un estadio intermedio entre el modelo románico y el gótico.
Numerosos investigadores, Kingsley Porter entre ellos, vinculan esta talla con el maestro borgoñon Gilaberto. A juicio de Bango, sin embargo, su estética más depurada y definida, aunque tiene su origen en la citada obra francesa, es en Solsona donde alcanza, ya en el último tercio de la centuria, su plena madurez. En la misma línea, Yarza plantea que su autor podría ser otro artista, quizá formado en ese mismo taller, pero incluso de mayor finura.
Esta obra inicia una nueva vía en la escultura románica de la región y preludia el triunfo apoteósico de la plástica tolosana en los relieves de la catedral de Lérida a partir de 1210, que tan importante será en la evolución posterior del estilo en el reino.
Supone, en definitiva, un auténtico contrapunto de la escuela rosellonesa e italiana que hasta entonces había impregnado el desarrollo escultórico catalán. Frente a las formas densas, macizas y voluminosas, en correspondencia con la valoración de las cualidades estructurales de la figura, ahora prevalecen aspectos decorativos, superficiales pero más efectistas, como lo sinuoso, lo curvilíneo y estilizado; la indumentaria de la Virgen es un buen ejemplo de ello.
Como suele suceder con las obras de éxito, la maternidad de Solsona pronto se convertirá en modelo a emular para numerosos canteros de la comarca que, en un sinfín de imágenes de factura tosca y arcaizante, imitarán las largas trenzas de la Virgen y los abundantes pliegues de sus ropajes.
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