Por otro lado, no es extraño que hayamos empezado a hablar de tumbas al referirnos al Imperio Antiguo. La obsesión de esta época es la muerte. Todo el arte de aquel período gira alrededor de este eje hasta llegar a la expresión plástica de severa elementalidad que es la pirámide, cristalización de la aspiración hacia lo alto.
Las excavaciones de Mariette en la plataforma de arenas que se extiende por la orilla derecha del Nilo, cerca de Menfis, pusieron al descubierto una de las necrópolis más importantes de la capital del Bajo Egipto.
El aspecto general de esta ciudad de los muertos ya había llamado la atención de la comisión francesa de la campaña napoleónica. «Hasta el pie de las grandes pirámides se distinguen enterradas en la arena una gran cantidad de construcciones rectangulares y casi oblongas, completamente orientadas.» Se trataba de las mastabas, que recibieron esta denominación del nombre egipcio mastaba, que quiere decir sofá, puesto que tienen, efectivamente, la forma de un diván.
La exploración de las mastabas de la necrópolis de Menfis ha suministrado los principales documentos para el estudio de las primeras dinastías.
La mastaba continúa siendo una sepultura del tipo de cámara, pero además de esta primera cámara, accesible por una puerta única, donde se suponía que tenía que habitar el doble o espectro, reproducido en la pared por medio de pinturas o esculturas en relieve, la mastaba tiene una segunda cámara subterránea, de acceso disimulado en las paredes, a la que se desciende por un pozo y la cual contiene la momia.
Así se procuraba impedir la violación del cadáver, aunque una primera inmortalidad se conseguía ya con el sinnúmero de estatuas y figuras que perpetuaban la imagen del doble. En las salas de los museos occidentales, ellas procuran hoy, con nuevo sentido, la inmortalidad artística de los personajes a quienes hubieron de asegurar su segunda existencia una vez difuntos; por ellas viven todavía, en cierto modo, los altos funcionarios, sacerdotes y generales contemporáneos de los faraones que construyeron las pirámides.
Todo el pueblo de la capital dormía en la necrópolis de Menfis: la gente pobre, enterrada en las arenas con sus momias superpuestas a millares; los grandes ciudadanos, en las mastabas, y los faraones, en sus tumbas colosales de las pirámides.
En las cámaras sepulcrales de las mastabas es frecuente encontrar los muros cubiertos de relieves muy bajos, pero de una prodigiosa finura al describir los cuerpos humanos. Estos relieves policromados cuentan la vida del difunto. La familia, el trabajo, los placeres, toda la sencilla existencia de este pueblo pacifico aparece a los ojos claramente expuesta mediante la típica representación figural egipcia (rostro y piernas de perfil, torso de frente) de que hablábamos antes.