Las mastabas y las pirámides, los dos tipos de sepulcro de las primeras dinastías, tienen la misma cámara sepulcral, escondida en el interior del monumento. Al principio se pensó si la pirámide no sería una mastaba colosal, con las paredes más inclinadas y acabando en vértice.
La cámara funeraria está también, en las pirámides, enclavada en la roca viva, debajo del monumento y su acceso se halla tan disimulado como ha sido posible. Lo que parecía constituir una diferencia esencial era que la mastaba tenía una habitación superior, la morada del doble, donde vivía el alma del difunto y donde éste figuraba pintado y reproducido en escultura. El desarrollo de esta misma idea se ha podido reconocer también en las pirámides.
No hay que ser un especialista para darse cuenta del trabajo inmenso que representa la construcción de una pirámide. La mayor de las tres pirámides de Gizeh, la de Keops, ocupa una superficie de 48.000 metros cuadrados y se eleva hasta 146 metros de altura. Las fotografías no permiten apreciar la enormidad de tal masa de piedra, pues hay que verlas realmente para comprender por qué los antiguos consideraban las pirámides como la primera de las siete maravillas del mundo.
Herodoto, en su visita en el siglo V a.C, ya notó que algunos de los bloques de piedra empleados en la pirámide de Keops eran de dimensiones descomunales. Efectivamente, el paramento exterior es de hiladas de más de un metro de altura. Las juntas son tan exactas que no hay manera de introducir la hoja de un cuchillo entre dos de estos colosales bloques de granito.
La altura e inclinación de las pirámides revela un conocimiento del misterioso problema de la relación entre el cuadrado y el círculo. Este problema, que apasionó a los antiguos, sólo puede resolverse por el conocimiento del número pi (3,1416) que expresa la relación entre el radio de la circunferencia y su longitud.
Los egipcios lo conocían, puesto que la altura de las pirámides es exactamente el radio de un círculo cuya circunferencia fuese igual al perímetro de la base. Esto da la inclinación uniforme a las caras de todas las pirámides de 51 grados 51 minutos, a la que se ha hecho antes referencia.
Pero, ¿de qué manera conseguían los egipcios transportar y levantar tantos miles de toneladas de piedra? La respuesta a esta pregunta no coincide con ninguna de las hipótesis que antiguamente se habían aventurado.
Un dibujo descubierto en la tumba de Tuthotep, en El Berscheh, que aun cuando es posterior a la época de las pirámides de Gizeh, data aproximadamente del año 2000 a.C. muestra con la mayor precisión de qué modo procedían.
Representa el transporte de una estatua colosal por el procedimiento más primitivo y más difícil: ciento setenta y dos hombres tiran de la estatua colocada sobre un trineo. No había, por lo tanto, secreto alguno; únicamente el esfuerzo encarnizado de todo un grupo humano. Aun cuando los egipcios no conocían ninguna de las ventajas de la mecánica moderna, poseían una cualidad de la que actualmente se carece: una paciencia a toda prueba.
