Arte de los Imperios Medio y Nuevo

La revolución de Tell el-Amarna

A lo largo de la evolución milenaria del arte egipcio, nunca estacionaria, con cambios de estilo y de técnica, no sufrió más que una sola grande y verdadera sacudida, un cambio súbito, y éste fue en tiempos del faraón herético Akenatón. Coronado con el nombre de Amenofis IV, nieto del gran Tuthmosis y descendiente directo de los que instalaron la capital de ambos Egiptos en Tebas, Akenaton no quiso resignarse a ser sencillamente uno más en la serie de los monarcas de la XVIII Dinastía, sino que osó pensar, creer y hacer pública su fe, aunque sin imponerla a sus subditos como una ortodoxia inevitable. La fe de Akenaton, bien conocida por sus escritos grabados en jeroglíficos, es estrictamente monoteísta, que desprecia el numeroso panteón de dioses egipcios, y ve la representación del dios único en el gran disco solar, Atón, que con sus rayos envía la fuerza vital que hace crecer animales y plantas, da calor al mundo y comunica el espíritu y la bondad.
La nueva religión de Atón es más naturalista, más sentimental que el misticismo puramente simbólico y
geométrico de Ra; en cierto modo parece ser un progreso, aunque Ra con sus fórmulas y formas también definía y, por tanto, creaba la vida entera. Pero respecto de quien Atón representaba un verdadero progreso era de Amón, el dios solar ya humanizado, con consorte, hijo y corte celestial. A este Amón de Tebas, híbrido de un tótem prehistórico, el carnero, en el cual se vio una encarnación solar, y Ra, importado del delta, fue al que Akenaton declaró guerra a muerte. Empezó por trasladar la capital del reino a un lugar más al norte que hoy se llama Tell el-Amarna, y allí estableció los servicios imperiales, se rodeó de un cenáculo de amigos que pensaban como él y se cambió el nombre de Amenhotep (Amenofis IV) por el de Akenaton. Su esposa Nefertiti, que quiere decir "la Bella" en superlativo, cooperó también a la reforma.
No sólo cambió Akenatón su nombre, sino que mudó su aspecto físico; por lo menos para los retratos oficiales se hizo representar con facciones ya enteramente opuestas al tipo tradicional del faraón carnoso, cuadrado y atlético. Rompiendo decididamente con los antiguos moldes tradicionales, Akenatón llega a degenerar en un personaje demacrado, hético, inmaterial... De la misma manera se transfiguran con cráneos alargados y cuellos finos la reina y las princesas.
Akenatón se rodeó de artistas que deseaban el mismo cambio, cansados de los motivos tradicionales que podían reproducir sólo con una relativa personalidad. Así se creó la escuela artística que se llamó de Tell el-Amarna, cuyas piezas más importantes fueron halladas en las excavaciones que dirigió Borchardt en 1907-1908, entre las que destaca el busto policromado de la reina Nefertiti que es, sin duda, una de las esculturas más admiradas por toda la humanidad. Sus facciones regulares y exquisitas, su largo cuello, sus ojos lánguidos y sus labios carnosos y finamente arqueados expresan una serena calma. Otro maravilloso retrato de la reina, en cuarcita rosa, está en el Museo de El Cairo. Fue hallado, sin terminar, en el taller del escultor Tutmés, en Tell el-Amarna, y le falta la alta corona que, como en el busto de Berlín, debía completar su tocado. Tan hermosa debió de encontrarla el escultor que, aún sin terminar su obra, no pudo resistir la tentación de dibujarle en negro la línea de los ojos y pintarle de rojo la boca.
En otra escultura en piedra caliza del Museo de Berlín, Nefertiti es presentada desnuda, sin impudicia, pero sin falso pudor; se acerca lentamente, con los ojos maquillados por el kohol, pero en su triste mirada no hay ambición ni malicia. Un torso mutilado de cuarcita roja, del Museo del Louvre, permite apreciar la belleza del cuerpo de Nefertiti. Aquí usa una túnica finamente plisada de lino transparente, tara adherida a la piel como si el tejido hubiera sido mojado. La religión de Atón estimulaba a no esconderá cuerpo, obra divina, producto de los rayos del Sol.
En Berlín se conservan también varias estelas esculpidas y policromadas, halladas en Tell el-Amarna. En una de ellas, Akenatón jura que establece aquella ciudad para residencia permanente de la corte. En otra, el faraón y la reina están sentados en dos tronos, frente a frente, y acarician a sus hijas, las princesas.
En lo alto aparece el disco solar derramando rayos sobre sus personas. La más famosa de estas estelas es la llamada "de los enamorados en el jardín". Como obra de arte es un prodigio de gracia. Akena-tón se apoya en un largo bastón y parece fascinado por la visión de la amada. Nefertiti, apartando la mirada, le ofrece el fruto de la mandragora, cuyo poder afrodisíaco era conocido en la Antigüedad. Su amplio manto transparente y abierto deja ver un cuerpo pequeño y fino.
A la muerte de Akenatón siguió el inevitable desastre. El reformador, el faraón hereje, había reinado sólo dieciséis años. Le sucedió su yerno Semenekh-karé, casado con la mayor de las princesas, pero el
reinado de éste no duró ni un año. Probablemente, fue víctima de los sacerdotes de Tebas que esperaban recobrar su perdida influencia con otro faraón más manejable. Fue otro yerno de Akenatón, que apostató rápidamente y se hizo llamar Tutankamon. Este joven, de quince años, es el faraón cuyo célebre sepulcro inviolado descubrió Howard Carter en 1922. La ciudad de Tell el-Amarna fue abandonada por completo, y Borchardt encontró señales de que el lugar había sido evacuado de forma precipitada por las personas que lo habitaban. Hasta se encontraron las bestias muertas en sus establos, y las casas con sus objetos como si pesara sobre ellos una terrible maldición.

estela de los enamorados

La estela de los enamorados en el jardín (Staatliche Museen, Berlín). La reina Nefertiti, con la mirada apartada, ofrece los frutos de la mandragora a Akenatón. Según otra interpretación se trataría de la princesa Meritatón, hija de Akenatón, y de su esposo Semenekhkaré. En uno u otro caso se está ante una de aquellas escenas típicas correspondientes a la vida privada que el arte y los artistas de Tell el-Amarna se impusieron como deber enaltecer.