Todos los edificios constantinianos de la neo Roma han desaparecido. Hoy se cree, sin embargo, que la primitiva Santa Sofía era un templo de planta rectangular, una basílica cubierta de madera. Igualmente tenía forma basilical el Aula del Senado; es natural que se pensara en reproducir, aun embelleciéndola, la Curia del Senado en Roma, que era asimismo rectangular, con simplicísima ornamentación.
En Bizancio, el Senado, que continuó funcionando hasta la toma de la ciudad por los turcos, era un puro fantasma: su autoridad se reducía a regular el protocolo y legitimar los cambios de dinastía que se consumaban en el Palacio, y para esto no hacía falta más que una sola gran sala de reuniones sin oficinas.
Acaso las únicas construcciones del siglo IV que se conservan en Bizancio son sus famosas cisternas, cuya disposición no ofrece precedentes en la arquitectura romana. El área del recipiente está dividida en un cuadriculado por medio de hileras de columnas paralelas, sobre las cuales se apoyan ingeniosas bóvedas esféricas, que en seguida sugieren los sistemas de cúpulas del Oriente y hasta de la lejana Persia. A veces las columnas, para levantar más la bóveda, sirven de apoyo a otra segunda serie de columnas que forman un nuevo piso; pero siempre las cubiertas son estos innumerables casquetes esféricos, contrarrestándose unos con otros.
Los capiteles de las columnas de las cisternas de Constantinopla, aunque sin decoración, tienen asimismo formas que quedarán típicas en el arte bizantino y no son las de los capiteles clásicos, utilizados por el arte romano: una pieza en forma de pirámide truncada, de base cuadrada, se interpone entre el capitel y el arco. Es el llamado pulvino, tan característico del arte bizantino, y que parece recordar un fragmento del arquitrabe de los órdenes griegos. No deja de ser, pues, indicio de un cambio de gustos el que las únicas construcciones que se conservan en Constantinopla de la época de su fundación muestren la originalidad de un nuevo estilo y no sigan para nada las tradiciones latinas.
Poco se puede añadir a la información más bien negativa que es posible encontrar en Constantinopla del carácter del arte áulico o imperial en Oriente en la fundación de la nueva capital. Los edificios de esta época construidos en Palestina por orden de Constantino eran de carácter ambiguo; el único conservado, la basílica de la Natividad en Belén, es análogo a las basflicas constantinianas de San Pedro y San Pablo en Roma, y por lo tanto, de planta y decoración exclusivamente romanas.
Pero en otros monumentos, casos del Santo Sepulcro o la iglesia de la Ascensión, donde quizás los obispos no estaban tan sujetos a la inspección de los magistrados y arquitectos imperiales, los edificios tomaron carácter menos latino y más oriental, en fin, más cristiano. Lo mismo debió de ocurrir en Constantinopla. Es probable que allí los funcionarios imperiales continuaran sirviendo de freno para detener los progresos del nuevo estilo durante todo el siglo IV y parte del V, o sea desde el reinado de Constantino hasta el de Justiniano, en el cual se ve triunfar los métodos de construcción y los estilos de decoración que constituyen la esencia del arte bizantino.
Pero si los edificios del tiempo de Teodosio y de sus inmediatos sucesores mantuvieron, en conjunto, las tradiciones romanas, se observa en ellos que va disminuyendo la severidad latina en la disposición general de su planta y que la decoración es cada vez más orientalizada.
Teodosio fue un gran constructor; se recuerdan sus iniciativas para facilitar la restauración de viejos monumentos y, sobre todo, para construir iglesias, tanto en Occidente como en las provincias orientales. De época teo-dosiana quedan en Constantinopla las ruinas del monasterio de Stoudion. Su iglesia, dedicada a San Juan Bautista, era de planta basilical, pero mucho más ancha que las basflicas latinas, de forma que constituía un espacio casi cuadrado que parece pedir que sea cubierto con cúpula.
Pero del tiempo de Teodosio quedan en Salónica dos iglesias: San Jorge y San Demetrio, basílica esta última semidestruida por un incendio en 1917 y después reedificada. Su cubierta es plana sin cúpula, y no tienen más bóvedas que las de los ábsides. Otra basílica cerca de Alejandría, consagrada durante el reinado de Arcadio, hijo de Teodosio, se pudo excavar debidamente, y sus ruinas revelan también una planta tradicional rectangular.
Pero lo mismo en las basflicas de Salónica que en esta de Alejandría la decoración es bizantina, sin ambages ni remordimientos. En la de Alejandría y en las de Salónica, los capiteles tienen las hojas de acanto espinoso dobladas como si fueran agitadas por el viento. Este tipo de capitel es tan característico, que se le llama capitel teodosiano, y como sólo se empleó sistemáticamente durante los reinados de Teodosio y sus hijos, ha servido para datar algunos monumentos.
En la época de Teodosio y sus descendientes, los antepechos, los frisos y las orlas están esculpidos con tal abuso del trépano para crear huecos, que dan a la decoración aspecto de celosía taladrada; parece que ha de haber algo detrás. Es el estilo decorativo que trata de producir una ilusión de profundidad que no existe, como los acantos de los capiteles teodosianos quieren infundir una ilusión de movimiento y remolino que tampoco existen ni pueden existir.
Estas manifestaciones de un espíritu nuevo se corroboran, sobre todo, con la vestidura de mosaicos que cubren todas las superficies que admiten decoración en el edificio. Placas de mármol jaspeado, cortadas sus venas diagonalmente, tratan de dar al edificio la impresión de que es etéreo, fluido, ligero. Los mosaicos de fondo de oro desmaterializan las paredes como si fueran nieblas tornasoladas.

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