La otra iglesia dedicada a San Apolinar in Classe, o sea en el lugar que ocupaba el antiguo puerto de Ravena, fue comenzada en 534 y concluida ocho años más tarde. Consta de tres naves separadas por columnas, muy semejantes a las de San Apolinar el Nuevo, con capiteles de acantos espinosos y abaco trapezoidal; encima, en lugar del friso de los santos y las vírgenes, había en San Apolinar in Classe unos medallones con los retratos de los obispos de Ravena. La iglesia ha pasado largos períodos destechada, de manera que la decoración de las naves ha desaparecido.
Tan sólo quedan los mosaicos del ábside, con una gran cruz en medio de un campo florido, a la que se acercan ovejas guiadas por San Apolinar; las figuras de obispos de Ravena, en el cilindro del ábside, entre las ventanas, y en lo alto, un clípeo con el busto de Cristo y además los cuatro símbolos apocalípticos de los Evangelistas. El campo florido alrededor de la figura de San Apolinar, con su césped verde poblado de pequeños árboles, flores y pájaros, parece reproducir el tranquilo paisaje con pinares que rodea el monumento.
La última obra de los exarcas bizantinos en Ravena es la iglesia dedicada a San Vital. Se conserva intacta, si se exceptúan los mosaicos, los cuales en parte quedaron sin terminar y en parte se destruyeron en el Renacimiento. Se trazó la planta de la iglesia de San Vital según el principio bizantino de disponer todos los elementos alrededor de una gran cúpula central, sostenida por pilares y columnas. Construida con anillos de ánforas empastados en gruesos lechos de cemento, es ligerísima y puede apoyarse sobre una pared muy delgada. Las naves, alrededor de la cúpula central, están cubiertas con una combinación de bóvedas que se penetran irregularmente.
En el ábside se hallan los únicos mosaicos que no han sido destruidos, y por ellos es posible juzgar la gran riqueza que ofrecería el conjunto. Árboles, flores, plantas y animales, sobre el fondo de oro, decoran los plafones, interrumpidos a veces con pequeños medallones con imágenes de profetas y apóstoles. Un arrimadero, también de mosaico, forma un friso con personajes históricos. En un lado está el emperador Justiniano ofreciendo dones a la nueva iglesia, acompañado por el obispo Maximiano, con magnates, sacerdotes y guerreros. En el friso de enfrente, su esposa la emperatriz Teodora, cubierta toda ella de pedrería, ofrece asimismo un vaso magnífico, en medio de la brillante comitiva de damas y eunucos de su séquito. También se ven las cortinas colgantes y la fuente, así como las arquitecturas lejanas.
Los personajes están representados con genial maestría; todo el esplendor de la corte bizantina se despliega en estos dos cuadros históricos. Es muy posible que los dos plafones de retratos de San Vital se importaran ya compuestos de Constantinopla y fueran pegados a la pared sobre una base de cemento. El mosaico se presta a esta traslación; en Constantinopla había un taller imperial de mosaicos. Es interesante que los demás mosaicos de la iglesia de San Vital revelen la infiltración de temas sirios, como paisajes roqueños, mientras el protagonista del ábside, que es el Cristo sentado sobre el universo representado aquí por una esfera azul de tonos sabiamente degradados, sigue siendo el joven imberbe de las catacumbas.

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