El Crisotriclinio, en cambio, era de planta genuinamente bizantina, octagonal, con ocho ábsides en los que se apoyaba una cúpula. Uno de los ábsides servía de vestuario del emperador; otro, de oratorio; en un tercero estaban expuestas las joyas del tesoro, las coronas y dalmáticas, reliquias de personajes históricos que las hicieron célebres.
En el fondo, dentro de otro ábside, estaba el trono imperial; a sus pies daban guardia dos leones de oro, y detrás de él un plátano, también de oro, extendía sus ramas llenas de pájaros. En los momentos culminantes de las grandes ceremonias, por un mecanismo oculto, los leones empezaban a rugir, y los pájaros a moverse y a cantar, mientras el trono se levantaba en apoteosis de la majestad imperial, el cual se veía en lo alto, velado por el humo del incienso.
Por otra parte, aunque en la Constantinopla turca no quede nada en su lugar del Palacio Imperial, algo es posible comprender de su belleza por los fragmentos y columnas que se encuentran esparcidos por las mezquitas de Estambul y el palacio del Serrallo o Topkapi Saray.
En San Marcos, de Venecia, hay abundantes capiteles y antepechos de mármol decorados con relieves, traídos de Constantinopla por las galeras de la República, que deben de proceder de alguno de los palacios imperiales. En la catedral bizantina de Parenzo, en Istria, se conservan aún los arrimaderos con incrustaciones de mármoles y placas de vidrio y nácar, análogos a los descritos de la residencia de los emperadores.
El Palacio Sagrado fue casi abandonado en el siglo XII; los emperadores prefirieron otro palacio, llamado el de las Blaquernas, junto al Cuerno de Oro y las murallas. Era un emplazamiento más resguardado de los vientos, tan enojosos en el Bosforo, y además vecino a los campos abiertos a la caza, que fue el deporte favorito de la Edad Media. Poco se conoce de este palacio de las Blaquernas, llamado en lengua turca Tekfur Saray, cuyas ruinas descarnadas tienen en algunas de sus partes las armas de los emperadores Paleólogos.
En los paramentos de los muros exteriores hay combinaciones de sillares de mármol de diferentes colores que producen un efecto de policromía natural, como la fachada del palacio ducal de Venecia. Pero en la ordenación de las puertas y ventanas del palacio de las Blaquernas se nota ya una clara infiltración del espíritu latino, románico, occidental.
La habitación particular bizantina debía de asemejarse más al tipo de casas de Siria y Oriente, con todas las habitaciones en el fondo de un patio, que no al antiguo tipo de la casa grecorromana, con sus dependencias agrupadas alrededor del atrio cuadrado. Generalmente, la casa tenía un pórtico, que daba a la calle; cuando por falta de espacio tenía que suprimirse, se edificaba entonces un salón en el piso alto con una serie de ventanas formando galería o mirador. Muchos palacios de Venecia, edificados en la época de la mayor influencia bizantina, tienen esta disposición: con el pórtico bajo o la galería alta, o bien ambos. La habitación bizantina se estudia bien en Venecia, pues algunos de sus palacios diferían poquísimo de los que se levantaban en Bizancio.

Volver a Arte bizantino