La Virgen, joven, está de pie o sentada, pero siempre con el Niño en el brazo izquierdo o sobre la rodilla izquierda. La Divina Madre lleva primero un gran manto, recuerdo aún del tipo de la Virgen del período románico, y va sin corona, como las Vírgenes bizantinas, pero a mediados del siglo XIII se cubre la cabeza con una pequeña toca y ciñe corona real La historia de María se describe plásticamente con acentos de ternura inefable, desde la Anunciación, la Visitación y el Pesebre hasta el Calvario y su Asunción triunfante a los cielos, donde el Hijo la espera para coronarla y sentarla a su diestra.
El repertorio de los escultores góticos franceses, como el de los antiguos escultores griegos, apenas admite ligeras variaciones en la manera de representar cada una de las escenas evangélicas. Hay una escala de predilección en los temas: la Anunciación, por ejemplo, es preferible a la Visitación, y la Adoración de los Magos se repite más que la de los Pastores. La Visitación puede convertirse en una escena de cortesía francesa, y los Reyes de Oriente son como el emblema de la monarquía cristiana.
Felipe III el Atrevido de Pierre de Chelles y Jean d’Arras (Abadía de Saint-Denis, París). Entre los mejores escultores de la corte de Carlos V y Carlos VI se encuentran los «faiseurs de tombes» que labraron estatuas yacentes del difunto sobre túmulos más o menos decorados. No se trata de una representación ideal del soberano, sonriente y afable al uso, sino de un fiel retrato copiado de la mascarilla mortuoria, que marca por tanto un hito en la evolución hacia el realismo de la escultura funeraria gótica.