Los mejores autores de Libros de Horas a fines del siglo XIV y principios del XV son de los hermanos Limbourg (Pol, Hennequin y Hermann) y sus obras maestras son las miniaturas realizadas para el duque de Berry a partir de 1410, entre las que destacan las del famoso códice de las Tres Riches Heures que conserva el Museo Conde, de Chantilly.
Otra manifestación importante de la pintura en la Francia gótica son las vidrieras para los grandes ventanales de las catedrales, decorados maravillosamente con escenas y figuras. Reyes y prelados tenían gran empeño en que las nuevas iglesias no careciesen de ellas, y así el escudo del generoso donante suele campear en las orlas que rodean la composición principal del centro.
En Francia, la primera escuela de decoradores de vidrieras parece ser la de Saint-Denis, en tiempo del abad Suger. El gran prelado cuenta su personal intervención en la obra de reconstruir y decorar la abadía, la que deseaba fuese digna de su empleo de panteón de los reyes de Francia. Algunas de las vidrieras descritas por Suger se han conservado hasta hoy, aunque muy mutiladas. Los vidrieros de Saint-Denis iniciaron después a los artistas de Chartres en el arte de decorar los ventanales de su catedral, y en esta ciudad debió de formarse una escuela que fue la principal durante la última mitad del siglo XII y comienzos del XIII.
Artistas de Chartres serían los que decoraron los vidrios de las otras catedrales francesas, pues reproducen en ellas los mismos temas que aparecen en Chartres por vez primera. Durante el reinado de San Luís, también en la decoración de vidrios fue París el centro principal de toda Francia; entonces se fabricaron las preciosas vidrieras de la Sainte-Chapelle, que de manera tan maravillosa contribuyeron al efecto general del edificio, dándole la impresión de luz y transparencia.
Las escenas figuradas en los ventanales son las mismas que aparecen en los relieves y miniaturas, pero tal vez en este arte de la vidriería los decoradores estaban más influidos por las prescripciones más o menos inspiradas de los canónigos y letrados que las encargaban.
En las vidrieras es donde encontramos las representaciones más alambicadas de la mística medieval, los temas más sutilmente interpretados y con relaciones más íntimas entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Las escenas de las vidas de santos reproducen también el repertorio de las leyendas de Jacopo de la Vorágine; cada escena va dentro de un círculo o un recuadro rodeado de una orla. La brillantez de los colores está acentuada por el contraste de los negros contornos del plomo que sostiene los vidrios.