Las grandes catedrales españolas

El arte gótico fue en España de importación francesa, como en todos los demás países de Europa, pero acaso tan sólo Alemania pueda parangonarse con España por la manera entusiástica de recibir este arte francés y asimilarlo de modo tan perfecto. Ni Italia, ni Inglaterra, ni las demás naciones del centro y el norte de Europa hicieron, durante los siglos que estuvieron bajo la sugestión de las formas góticas, nada más que emplearlas como por necesidad, repitiéndolas como una lección aprendida que se recita de memoria. No ocurrió así en España. Las catedrales de León, Burgos y Toledo, por la pureza de su estilo y la magnitud monumental de su disposición, pueden ponerse al lado de las más espléndidas francesas.
No hay disminución de espíritu ni pérdida de fuerza expresiva en las formas góticas al atravesar éstas los Pirineos, y gran parte de la población se asimiló el estilo gótico francés de tal manera, que los constructores de iglesias rurales, casas particulares, palacios y castillos siguieron empleándolo cuando ya había sido arrinconado en su país de origen. Además, el estilo gótico en España no se mantuvo estacionario, sino que evolucionó y aceptó las novedades de las escuelas flamenca y renana, adaptándolas a las características españolas, y nunca los constructores de la Península permanecieron apartados del movimiento internacional.
Vale la pena prestar atención a algunas de las vías de penetración de este estilo en la Península; en primer lugar, España había sido preparada para recibir el estilo gótico por los monjes del Cister, que a principios del siglo XIII, o antes aún, construyeron sus grandes conventos de la Orden reformada; después, en el reino de Aragón, influyeron las relaciones que la casa condal de Barcelona tenía con el Languedoc y Provenza y la intimidad de trato de los obispos catalanes con los de Narbona, de Montpellier y de otras sedes en el Mediodía (Midi) de Francia.
En el reino castellano-leonés existía también una preparación del estilo francés meridional en la escuela de Galicia, pero fueron los casamientos de varios reyes con princesas de las casas de Anjou, Borgoña y Plantagenet los que motivaron la introducción del gótico francés en el centro de la Península. Llegó éste tan pronto, que varias catedrales españolas son anteriores a algunas de las francesas más renombradas.
El primer monumento que hay que tener en cuenta al estudiar el arte gótico en el centro de la Península es la catedral de León, con sus magníficos ventanales, que conservan la mayoría de sus vidrieras policromas, y cuyo interior está matizado y manchado por los rayos de luz que hasta coloran, según las horas del día, a los devotos y visitantes.
La catedral de Burgos, sin duda alguna más importante que la de León, es también obra puramente gótica, aunque hoy esté como sepultada entre la acumulación de nuevas bellezas que se le han ido añadiendo con el transcurso de los siglos. Se ha dicho que en Burgos hay dos catedrales superpuestas: una del siglo XIII, que lleva adherida otra del XV.
La planta de la catedral de Burgos es de tres naves, con giróla en el ábside y capillas; el transepto tiene una sola nave, y los pilares que flanquean el crucero, en el centro, son muy grandes, como en las iglesias románicas, para recibir la torre o lucernario octogonal. Por fuera tiene otras dos torres en la fachada; su aspecto, no tan cambiado como en el interior por los aditamentos posteriores, es el de una catedral francesa de buen estilo. Las naves están sostenidas por una hábil combinación de contrafuertes, y tiene, además, grandes ventanas partidas, con vidrieras, aunque no tan grandes como las de León.



Catedral de Toledo

Catedral de Toledo. Este detalle permite apreciar el interior de las naves y el trascoro. Una de las características más importantes de esta catedral es la doble giróla que rodea la parte trasera del presbiterio. Otro de los elementos característicos es el número de naves, que en este caso son cinco.

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