Modigliani lo realizó durante su estancia en Livorno en julio-septiembre de 1909; sin duda estaba especialmente orgulloso de la obra, pues cuando volvió a París no sólo corrió de inmediato a la Avenue Malakoff, a escasa distancia de Montmartre, para enseñársela a su amigo Paul Alexandre, sino que decidió exponerla en marzo de 1910 en el Salón de los Independientes.
De esa estancia livornesa de 1909 recuerda Eugenia Garsin, madre del artista, que Amedeo se pasaba el día en el estudio de su amigo el pintor Gino Romiti y escribiendo con su tía Laura artículos filosófico-culturales.
Con la inesperada herencia venida de un tal Castelnuovo habían llegado a la familia algunos cuadros, entre ellos un óvalo del siglo XVII, de escuela napolitana, que representaba a un mendigo.
Jeanne, la hija de Amedeo, dijo que fue éste el cuadro que inspiró el Mendigo de Livorno, el único lienzo de Modigliani que se puede considerar como una interpretación moderna de una obra antigua.
No obstante, a esta inspiración añade Modigliani una estructura formal derivada de Cézanne, cuya retrospectiva parisiense de 1907 había determinado un giro estilístico en muchos de los jóvenes pintores de la capital francesa.
Las facetas cromáticas que conforman la plástica del modelo y la traducción de la luminosidad en toques de color puro, visible por ejemplo en el azul eléctrico de algunas zonas, se pueden atribuir a un minucioso análisis de la obra de Cézanne. Los ojos del mendigo, que probablemente era ciego, aparecen cerrados.

Óleo sobre lienzo, 66 x 52,7 cm.
Colección particular.
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