Después de su primera época en París, en la cual el artista se quejaba de la dificultad de acostumbrarse a la luz de la ciudad -«son mis ojos de italiano los que no pueden habituarse a la luz de París… Una luz tan envolvente»-, al llegar al sur de Francia en el invierno de 1918-1919, Modigliani trata de pintar paisajes, pero la luz se ha hecho demasiado fuerte para él, que en una carta a su amiga Lunia Czechowska, decía: «Octubre me gusta tanto que quisiera que no se acabase nunca». No sabemos si fue éste uno de los primeros experimentos realizados por Modigliani en el Mediodía, un experimento que a su juicio resultaba «un poco de principiante».
Pero la sólida estructura compositiva del cuadro, en el cual la división perspectívica del paisaje parece resuelta decorativamente por medio de la yuxtaposición de zonas de color vibrante y difuminado, hace pensar que para entonces ya se había acostumbrado del todo al nuevo ambiente y a un tema, el del paisaje, que había cultivado poco hasta el momento.

Óleo sobre lienzo, 60 x 45 cm.
Colección M. Schecter.
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